¿Todos los Eneros comparten su comienzo?
¿Dónde queda entonces, en comparativa con “Teaser y cartas de presentación”, la sensación de mirada perdida al horizonte y el vacío devolviéndome el abrazo?
Será que esta vez no es el vacío quien me abraza.
Y los dos gemelos que se peleaban y se amaban tanto hace un año ahora parecen haberse fusionado, y Melancolía pasa a ser el lector de informativos funesto de fondo al que nadie hace caso.
En los últimos 365 días aprendí a emocionarme (solo un poco), a evolucionar (eso es constante) y a darle de comer a los leones hambrientos directamente de la mano. Luego resulta que eran un Sol, felinos adorables que solo querían cariño.
Y ahora, haciendo particiones del sedentarismo emocional que trajinaba, me encuentro ejercitando incansable todas las musculaturas de mi cuerpo, incluidas las del pensar y las del sentir. Y no solo por nubes grisáceas tendentes al llanto, sino también por caminos visiblemente delimitados, iluminados y frondosos. Y viajeros risueños ofrecen su comida e historias interesantes, y frugales plantas ofrecen sus frutos y olores llamativos.
En 2022 conocí el bosque denso y amenazante, el sentimiento de andar perdido, el frío del dormir al raso… Pero también conocí la hoguera, y el bosque de pinos acogedores donde acampé con mis mejores amigos, y la sensación de libertad frenética que solo se alcanza al lanzar dentelladas voraces a la vida en su momento más dulce.
Hallé Hogar (y me enganché a la canción de Izal), hallé Coraje (y descubrí el verdadero valor en mi), halle el saco de monedas al final del arcoíris (no sin antes pelearme con demonios, pasados y presentes, que me hicieron caer y cuestionarme varias veces), hallé un ejército fluorescente al que unirme en cruzadas improvisadas, y hallé mariposas calavera que irradiaban luz (y aún no lo saben, porque aún persiguen la luz ajena como si no fueran capaces de fabricarla ellas mismas).
Así que aquí me hallo. En un muelle desgastado, con todas estas vivencias haciendo peso en mi macuto, mirando el barco de 2023 con la ilusión y el miedo de quien sabe que el viaje será largo e intenso, pero también emocionante y bonito. Hay un rótulo en una bandera que pone “Escritura Testaruda”. En otra pone “Coraje Fisioterapia”. Y me ha dicho el capitán que me deja unas cuantas telas blancas en mi camarote, por si me parecen pocas causas importantes.
Obvio. El capitán soy yo. Si el hecho de hablar solo os parece extraño es que no me habéis leído lo suficiente.
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