Y cuando parecía que el tiempo se acababa, se abrió otra oportunidad para darle la vuelta a todo.
Las prisas, las llamadas, las carreras e incluso las palabras perdidas empezaron a encajar en el puzzle dando vida a lo que parecía muerto en ese momento.
Era inimaginable a final de semana, casi final de mes y sobre todo finalizando el día que todo lo que parecía acabado volviera a ponerse en ruta.
Lo negro se volvió amarillo y las curvas se volvieron rectas, unas rectas infinitas que daban un tiempo inexacto, pero, al fin y al cabo, tiempo para seguir y pensar de nuevo.
Fuerza que ya no había o estaba agotada, arrancó todo y emergió.
Nunca unas palabras tuvieron tanto poder.
“Aún te queda una hora, ¿no es suficiente?” dijo ella.
Las ideas empezaron a surgir, el proyecto tenía medio camino realizado, pero solo necesitaba un momento, un respiro, un abrazo y un nuevo comienzo para ordenarlo todo y acabarlo a tiempo.
La pantalla del ordenador brillaba y la luz tenue del flexo ayudaba a dar un toque de penumbra y sombras curiosas que hacían de esa mesa un despacho de algún detective de película.
Entraba algo de aire, por fin, en ese pequeño piso del sur de la capital, moviendo las cortinas y ayudando a quitar ese calor acumulado durante el día horrible que hizo.
Las teclas sonaban como palomitas a los dos minutos y medio, fuertes, rápidas y seguras de conseguir su objetivo de creatividad.
Apenas quedaban minutos para las doce y el registro tenía que hacerse antes de medianoche.
Los segundos caían como las últimas gotas de sudor que recorrían mi nuca.
Sólo faltaba juntar todo en el archivo y mandarlo… “Proceso completado”.
Una oportunidad nueva de crecer apareció cuando se daba todo por perdido. Esas palabras de aliento fueron la vitamina que precisaba esa mente adormilada por las sombras del pasado que aún permanecían.
Mañana será un nuevo día, mañana será una nueva oportunidad, mañana tendremos una nueva ilusión, mañana será otro día.
Deja una respuesta