La última biografía (X-XIII)

X. Era 23 de marzo. No existía sobre la faz de la tierra una fecha más aburrida y anodina. 

Con miedo de rajarse los puntos se deslizó al baño dando la espalda a la habitación. La estúpida e innovadora técnica del skin to skin proponía que la madre pasara la primera hora tras el parto a solas con su hijo. Lo puso sobre aquellas sábanas desteñidas por el enésimo lavado y fue al baño. De pie, mirándose en el espejo, sacó su teléfono de la goma de las bragas, abrió Google y tecleó aries en el buscador. 

XI. Una tarde de tórrido y desangelado verano, Susana P. B. huyó de casa a las cuatro y cuarto de la tarde. Debajo del canalón de un callejón había escondido su paquete de tabaco. Todas las tardes a las cuatro y veinte se sentaba en el mismo bordillo y se miraba las piernas. Leía una y otra vez los grafitis: EL TORETE SE FOLLA A LAS VIEJAS. EL DESFASE LA MEJOR.

Se había enamorado irremediablemente de T., un scout al que solamente conocía por Tuenti. A la vez, se intercambiaba compulsivamente relatos eróticos por SMS con un chico de pelo largo que escuchaba Mago de Oz. Susana P. B. tenía trece años y dos meses. Había comenzado a depilarse las piernas con cuchilla a pesar de las prohibiciones de su madre. 

XII. «Los estudios en la reproducción en animales no han demostrado un efecto adverso sobre el feto, pero no hay estudios clínicos adecuados y bien controlados hechos en mujeres embarazadas o animales que hayan mostrado un efecto adverso».

La posibilidad de contagio de herpes zóster intrauterino era escasa, y sólo debía tratarse con aciclovir si presentaba lesiones visibles en el momento del parto. 

Cada vez que la madre de Susana P. B. pensaba en aquello, torcía el gesto y no podía evitar imaginar la vagina de su hija. Pensaba en la triste vida que le esperaría a su hija. En lo puta que era su hija. En que nadie querría casarse con ella. 

El día que le confirmaron que estaba contagiada del VHS-1, Susana P. B. tenía diecinueve años y ni siquiera pestañeó. Pensó en O. Su último novio. Era del OPUS y algunas noches, mientras ella dormía, se hacía pajas en la webcam mirando a chicas sudamericanas. No borraba el historial. Amaba a Susana P. B. 

La madre de Susana P. B. la llevó a Madrid para que no tuviera que tratarla el médico del pueblo. 

Meses después Susana P. B estaría acostándose sin condón con Keluntah Chan bajo una casa semiderruida en Gambia. 

XIII. E. le había dicho algo parecido a «tengo ganas de ti». Ella se había reído. Hablar con E. era similar a hacerlo con un niño de dos años: de pronto todas las palabras volvían a significar algo. 

Al día siguiente contó: diecisiete pecas. 

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