Querida hada Mariana. He soñado que escuchabas mis plegarias y me concedías el don de no oír durante 24 horas. Como lo has escrito en un papel, dadas las circunstancias, he buscado en mi diccionario onírico. «No oír» es similar a «no auscultar», «no atender», «no percibir», «no hacerse cargo», «no sentir», «no enterarme».
Menudo reto. No sé si hubiera preferido quedarme ciega, o mejor, quedarme callada.
Y ha comenzado la aventura. Como no puedo auscultar me he cogido el día libre en el hospital, y como no puedo hacerme cargo ni atender, he abandonado a mis hijos un rato. Como no quiero, digo puedo, enterarme, he cogido un tren directo a cualquier sitio para no tener que preguntar las paradas que me quedan. Nunca sé si me dicen tres si se cuenta la última o no.
Ya sólo quedan dos acepciones a no utilizar.
En este «cualquier sitio» no puedo sentir, ¡dios! qué bendición. No hay ruidos de taladradoras, aires acondicionados, niños gritando o portazos. Claro que tampoco hay susurros ni entonaciones. No hay manera de malinterpretar una frase. No puedo escuchar mi play-list, a la que soy adicta, ¡por fin!, no puedo oír «esa» canción.
Pero hay algo que falla. ¿Percibir? como no tengo claro lo qué significa vuelvo a mi diccionario soñado y encuentro que es parecido a recibir dinero, ¡vaya!, no puedo ir de compras. Tampoco podría comprender o conocer. ¡Guau! solo tener una impresión, no clasificarla ni hacerla a la medida de mi cerebro.
El hada Mariana ha vuelto a visitarme y se ha apiadado de mí. Ha cambiado la habilidad de no oír, dados los trastornos mentales que me estaba ocasionando, por la bendición de no soñar despierta.
Deja una respuesta