Nunca más

Quiero ser Neo y navegar entre las corrientes de ceros y unos sin tener que tomarme ni la azul, ni la roja.

Quiero poder llorar en presencia de Marla Singer.

Quiero ser Leonard Shelby sin tener que pasar por las décimas de segundo en las que cobra conciencia de su demencia y decide auto engañarse de nuevo para olvidar.

Quiero ver los fractales de nuevo danzar.

Siempre he deseado que las ficciones me posean y no tener que ir a perseguirlas.

Tengo la estúpida convicción de que hay que hacerlo todo desde un absoluto compromiso y viniendo desde lo hondo; casi desde la improvisación se diría.

Y me digo esto mientras me siento obligado a mi publicación semanal, esta vez algo forzada, sin guión establecido.

Invariablemente, cuando no tengo que escribir, me planteo el hecho creativo. Es claramente un mecanismo de defensa pues al mostrarme analítico me olvido de que no he tenido narices de parir algo decente.

Me pongo un rato filosófico y disipo cualquier atisbo de crítica.

Últimamente me he felicitado a mi mismo por conseguir un bastante decente nivel de sinceridad en mi escritura. Me he dado palmaditas en la espalda porque era capaz de conectar, sin atajos ni desvíos, mi mente con la pluma y esto que ahora escribo es el colofón a esa tendencia.

Renuncio, pues, a ponerme filosófico y a volver a hacer un análisis de por qué hacemos arte. No voy a volver a caer en esa burda trampa.

La respuesta a todo este entramado está a tu alrededor y solo tienes que alargar la mano y cogerla, dejando de preguntarte una vez tras otra por qué cojones haces lo que te gusta.

He vuelto a casa de mi paseo vespertino y he pasado cerca de aquel eucalipto que hace un año me habló de cosas grandiosas.

Las flores que tanto me gustan y de las que nunca he averiguado su nombre, están a punto de abrirse y mostrarme su intrincada belleza.

Por el camino me congratulo y sonrío para mis adentros, porque ya descubrí hace tiempo que esa letanía que los de mi edad sueltan contínuamente sobre lo quemados que están y lo anodino de sus vidas después de consumirlas en trabajos de mierda y relaciones de mierda, no es más que otro de los arrebatos del ego. Intrincado y absurdo, pero no es más que ego. No pueden hablar de otra cosa que no sea de ellos mismos porque no se han desdibujado lo suficiente.

Porque no han perdido toda una tarde mirando cómo crece un brote por la acción del sol; porque no han decidido sentarse todas las semanas a hacer de la rutina un acto maravilloso, creativo y nuevo.

He abierto la puerta de mi casa y soltado el collar de mi perra para que vaya corriendo a beber después de la caminata que le he metido y, observando su rutina, me he prometido solemnemente que jamás me voy a volver preguntar por qué escribo.

4 respuestas a “Nunca más”

  1. Escribir es esa rutina que te alegra el alma, que no cuesta, que es necesaria, que fluye, que llena, que vibra…

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  2. Yo preguntaría que porque cojones NO haces lo que te gusta.

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    1. Cosas del cerebro, ese maldito traidor sobrevalorado.

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