Erika conducía su moto como alma guiada por el mismísimo Satán. Las luces eran líneas continuas de diversos colores a las que no les prestaba atención alguna.
En un par de ocasiones estuvo apunto de arrollar a una pareja de ancianos y a un repartidor en patinete.
«No puedo detenerme» pensaba al tiempo que se saltaba un stop y hacía frenar en seco al coche al que debía haberle cedido el paso.
Llegó a destino y bajó de la moto, olvidando casi apagarla. Aprovechó la salida de una vecina y entró en el portal, subiendo los escalones de los cuatro pisos que le separaban del infierno de tres en tres.
Buscó desesperadamente las llaves al tiempo que aporreaba el timbre.
«Por favor, por favor, por favor»
Se apoyó en la puerta y esta cedió y se abrió. Sin pensarlo dos veces, fue directa a la habitación de Aitana.
«No..no..no,no,no…»
Un grito desgarrador inundó la habitación, mientras veía como los pies de su amiga flotaban a unos centimetros por encima de un taburete tirado en el suelo.
Del bolsillo de la chaqueta de Erika, asomana la nota que la había llevado hasta allí y que había encontrado en su buzón 5 minutos antes.
«Hoy, por fín, me reuno con Sofi. Gracias por intentarlo amiga, pero era inevitable»
Se adjuntaba una foto de tres chicas sonrientes, con el mar de fondo. De ellas, solo quedaba una.
Deja una respuesta