Que día tan bueno, hace sol, una cervecita no vendría nada mal, pero es que si yo pienso en ello y lo hago, tú no dudas en unirte.
Llegas poco a poco, rozando mi frente, después mis ojos, para al final, quedarte en uno de mis lados, ejerciendo esa maldita presión como un martillo en cada latigazo al corazón.
Las luces comienzan la fiesta, las hay por todos lados y mi estómago grita que tiene ganas de quedarse solo. La única solución es el silencio.
No hay día al sol, ni es bienvenida esa cerveza, toca un día más intentar aceptar que así me funciona tristemente esta cabeza…
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