Dicen que no se puede echar de menos aquello que no se ha tenido nunca.
¡Ay! Qué gran mentira.
El olor a café, a libro nuevo.
A hierba recién cortada, a tierra mojada.
A pan salido del horno, a un dulce bizcocho.
El olor de las flores en primavera,
del nuevo perfume de mamá.
La camiseta favorita de papá,
el olor de mi bebé.
El olor del guiso de mi abuela,
la ropa limpia en el cajón.
El aire puro de la montaña,
la arena y la sal del mar.
La privación de un sentido, agudiza el resto.
A mi no me compensa.
Texto dedicado a todas aquellas personas que, como a mí, la anosmia nos acompaña.
Deja una respuesta