Tras la ventana el día es claro, no hay nubes en el cielo y la luz del sol parece acariciar cálida mi piel. Se escucha el canto de diferentes pájaros creando una melodía cuya armonía me llena de paz y bienestar. Es increíble lo depurada que está la tecnología de decoración de interiores: los cristales dispuestos en las paredes simulan grandes ventanales. Es el presidente de la compañía quien elige qué se ve y qué se escucha en función de su estado de ánimo. Normalmente son las mismas vistas y sonidos neutros, que apagan silenciosamente las ganas de vivir del trabajador. La realidad más allá de los muros no es muy diferente, con “árbol-hologramas” y “animales-droide” gobernados por inteligencia artificial.
El interior de la estancia es lúgubre, los techos son altos y las luces artificiales no alcanzan a iluminar por sí solas lo suficiente. Son bombillas colgadas del techo por un cable, dispuestas en hileras hasta donde alcanza la vista. El aire siempre está cargado, huele a químicos sin limpiar de manera tan intensa que puede saborearse la contaminación. Uno tiene la sensación de tener la boca llena de caucho de neumático mientras respira.
El trabajo se realiza con mascarilla. Al principio es difícil lidiar con la incomodidad, uno se debate entre el dolor tras las orejas y respirar veneno. Es habitual ver a los trabajadores recién incorporados darles un respiro a sus cartílagos mientras realizan ejercicios de apnea. Eres veterano cuando tienes cayo suficiente como para no sentir dolor. Esto va acompañado de una notable deformidad coloquialmente conocida como “orejas de soplillo”.
Atrás quedó la antigua división atribuida a Upton Sinclair entre trabajadores de cuello blanco y aquellos de cuello azul, y todas las subdivisiones que siguieron a lo largo de las décadas posteriores hasta los años 2000. Es 2183 d.c. y la división entre clases se realiza en función de la deformidad que se padezca: los “orejas de soplillo” son quienes sirven en las fábricas. Los “culo carpeta” pierden movilidad en las piernas por falta de uso, debido al trabajo intensivo de oficina, donde desfallecen a menudo. Los “piel de escama” son los encargados de manufacturar el alimento entre enormes freidoras, que les causan pequeñas quemaduras constantes por todo el cuerpo. Y así una larga lista que depende del sector del planeta en el que hayas tenido la suerte de nacer. A parte de todos ellos están los “limpios”, aquellos pertenecientes a las élites, quienes determinan el orden mundial. Por supuesto, la movilidad entre clases es fantasía de otro tiempo.
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