06:30h

Pasan los minutos despacio, muy despacio. No hace falta que mire el reloj. Sabe la hora que es por lo que oye y por lo que no. Piensa en su nombre, Sol, con lo que ella odia madrugar, con lo que le gusta la luna nueva. Nadie de su familia se llama así. ¿Se lo pondrían por Mari Sol y su tómbola o por qué nació en diciembre?

Se gira de costado y sujeta su barriga con la mano, se calma. Se concentra en sentir el aire hinchando los pulmones. Aún es pronto, no se oye nada. Serán las tres. Nota opresión en el pecho y se obliga a contar las respiraciones. Se adormece. Comienza a soñar con su madre, que no habla, que la visita para saber de ella. Se sobresalta. Aún está oscuro pero oye algún canto de pájaro. Deben ser las cinco y media. Queda poco. Se gira la otro lado, vuelve a sujetarse la barriga. Repasa mentalmente el día anterior. El nuevo ingreso. 

Se adormece, aparece su padre, está acostado y sonriendo, tampoco habla. Confunde las voces de auxiliar que le traía la comida y la de la telenovela de la residencia donde estuvo ingresado. ¿Se puede oler en sueños?, le parece reconocer el detergente con el que fregaban el suelo. Se vuelve a despertar.

Oye los primeros coches, ya son las seis. 

Se adormece. Repasa en bucle algunos detalles que comentaron en sesión clínica. La paciente se llamaba Alicia. Se ríe sin abrir los ojos. 

«Que buen nombre le pusieron. ¿El nombre determina el destino?, llamarte según qué familiar o personaje histórico puede ser una gran presión. O que nunca te tomen en serio. ¿El nombre de pila se podrá cambiar en el registro civil?, ¿sería una mutilación?, ¿como una reducción de estómago?». 

En sueños se sujeta la tripa. 

«Mejor un pseudónimo. No, mejor convivir con tu nombre, aceptar tu legado. Claro que vivir siempre en el país de las maravillas es un laberinto sin salida». Se vuelve a reír.

6:30h suena el despertador. El peor momento del día, piensa. La ducha se llevará todos los nombres.

Alicia también sueña. Ahora con Mario. Ni muerto lo ha podido sacar de su cabeza.  Solo la mira. No deja de hacerlo. La observa. No mueve la boca. Pobre Alicia, alguna vez pensó si él moría, podría curarse. Olvidarse de él. La sigue mirando. Ella está en el mar, intentando salir a flote entre olas. El color azul oscuro le resulta muy familiar. Enredada entre algas que no la dejan subir a la superficie y respirar. Tira de unas y se aprietan otras. Despierta y se da cuenta que no son las algas. Las correas aún le hacen daño. 

Comienza a respirar deprisa pero recuerda que en terapia le aconsejaron contar las veces que se le hinchaba el pecho al hacerlo. Se calma.

Su habitación de la séptima planta da a un patio interior. Oye el canto de los pájaros. Ni coches, ni alarmas.

«Serán las 06:30h», piensa, «hoy viene una psiquiatra a verme. Por fin. Ella comprenderá y me dará algo de luz».

8 respuestas a “06:30h”

  1. Me gusta mucho el suspenso que crea esa cadena de puntos y seguido… Nunca me hubiera atrevido. Gracias a tu texto, siento el deseo de intentarlo.

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    1. Gracias a ti por el comentario y por leerlo.

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  2. Tengo la sensación de que no será el primer psiquiatra que la visite; ni el último.

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  3. «La ducha se llevará todos los nombres».

    ¡Me ha gustado mucho, gracias una vez más!

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    1. Me alegro. 😊. Gracias a ti.

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    2. Iba a comentar lo mismo. Es un verso maravilloso.

      Le gusta a 2 personas

      1. 😊

        Le gusta a 1 persona

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