Un pitido interrumpido, pasos a mi alrededor, vaivén de miradas, palabras pronunciadas en todas las tonalidades e idiomas, algunas con forma de canción.
Una mujer por megafonía, es nuestra estación. Túneles y direcciones, prisas y besos lentos, el aire asoma por la salida abarrotada y hoy no llueve en mi Madrid.
El caos que me hace sentir pequeña, una parte del todo y a la vez sentirme nada. Mis quebraderos de cabeza quedan a un lado entre tanta multitud, edificios altos y luces.
Y es que, ¿quién no ha necesitado nunca huir entre el gentío? Rodearse del barullo y a la vez ponerse en off, camuflarse con facilidad y fijarse en los detalles de alguien más.
Mirar a un lado y a otro, creer en todo lo que puede haber más allá, divagar sin sentido y por un instante, abandonar tu vida y enriquecerte de la de los demás, de lo que puedas llegar a imaginar.
Rincones con historia, cultura, una tienda de antigüedades, un restaurante con estrella Michelín, las vistas desde lo alto y estar cerca del cielo.
Una librería-café, cervezas al sol, empresarios estresados, pintores y malabaristas en el pulmón central, sin duda soy turista en mi propia y amada ciudad.
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