Microrretrato 2 – El tiempo de la máquina

Llegaba tarde y no podía pensar en otra cosa. Quería invertir esos 50€ en descontracturarse la espalda, y si sobraban cinco eurillos quizá le diera para un par de cañas a las afueras de la ciudad o una en el centro. Ya vería. Desde luego, el ensayo clínico no estaba demasiado mal pagado, pero podrían haberse estirado un poco más. Esperaba que no durase más de un par de horas para llegar a casa con calma: hacer la cena, preparar el tupper del día siguiente, ponerse una serie en serie y babear sobre la mantita del sofá hasta que, por algún motivo, se despertara para arrastrarse hasta la cama.

Pero de momento tenía que llegar a tiempo al ensayo. Había firmado digitalmente los consentimientos y tenía indicaciones para encontrar el lugar de reunión dentro de un viejo centro comercial que ya había frecuentado un par de veces. Faltaban 7 minutos para la hora acordada. Aceleró el paso al cruzar uno de los puentes que atraviesa el río Manzanares. Al mirar hacia abajo para fijarse en una supuesta familia de patos, vio de reojo que llevaba desatados los cordones de la zapatilla del pie derecho. No había tiempo para pararse, así que, sin entender demasiado bien por qué, comenzó a andar con esa pierna totalmente estirada, rígida, tiesa. Esto hizo que al principio perdiera velocidad, pero después pareció ganarla al mover la cadera como un engranaje en el que la pierna derecha parecía circular por su propia cuenta sin descanso, decidida e imperativa como el segundero de un reloj.

Con esa coreografía castrense entró al centro comercial. El espacio era un tanto lúgubre, con poca iluminación y casi sin gente. Después vio que la mayoría de quienes estaban por allí se aglomeraba en la bolera y en el Burger King. Lo demás era un campo de Castilla: metros y metros de estepa. Por ella corrió renqueante y subió por unas escaleras mecánicas. Giró a la derecha, salió por una puerta de emergencia y ascendió dos pisos por las escaleras metálicas que hay que usar en caso de incendio. Pero allí solo ardía su cadera. La pierna rígida le dominaba, no se atrevía a mirarla.

Ojeó el reloj: 18:02h. Bueno, estaba aun dentro de los cinco o diez minutos de cortesía. Se secó el sudor de la frente con el antebrazo. Recorrió un pasillo donde se alternaban cuartos de contenedores y salas de videovigilancia. Todas las puertas estaban abiertas salvo la del fondo. ¿Sería allí? Por fin llegó (18:04h) y pudo leer en un folio colgado en el centro de la puerta:

“No molestar.
El ensayo clínico ha comenzado.
La máquina del tiempo no espera por nadie”.

5 respuestas a “Microrretrato 2 – El tiempo de la máquina”

  1. Creo que ya te lo he dicho alguna vez; «me quito el sombrero». SOy un lecctor díscolo, pero tú tienes la capacidad de engancharme.

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  2. ¡Gracias, Mario, me alegra muchísimo y es recíproco! Te mando un abrazo fuerte 🙂

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  3. Muy bueno. 😃

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  4. ¡Gracias! 🙂

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  5. Hostia, me parece brutal que por no perder tiempo se llegue tarde a un ensayo sobre viajar en el tiempo. La narración no es de 10, es de 11. Con los detallitos del precio de las cañas, los campos de Castilla. Ole.

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