Tic-toc suena el reloj

Llegaba tarde y no podía pensar en otra cosa. Las cosas iban… regular. El abrir el corazón, partirlo en dos y ponerlo sobre la mesa no había funcionado como la muestra definitiva de amor que había pretendido que fuera… El espejito espejito mágico seguía diciendo que ella era la más bella. Y allí estaba yo. Tarde. Tarde en la función, tarde en la vida y tarde en aquel amor. Todo iba regular. Abrirte y desangrarte poco a poco no funciona como cuentan en los libros. No es romántico. No es bonito. Ni es un acto poético. Es tarde. No paro de pensar en otra cosa.¿De qué sirve desnudar el alma si nadie lo ve? El conejo ya saco su reloj de la chistera. Me miro de soslayo y bufó en señal de impaciente desesperación. Llego tarde. Lo sé. Ella es la más bella. Yo llego tarde. Tú tienes el reloj y el resto ya lo sabes.

Una respuesta a “Tic-toc suena el reloj”

  1. ¿De qué serviría no desnudar el alma para que nadie la vea?

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