Sentada en el suelo, con las piernas cruzadas y el teclado bajo mis manos.
La pantalla en una mesa infantil. Una botella de agua, un tazón con restos de cena y el móvil completan mi bodegón.
Mil ideas sin forma dan vueltas en mi cabeza, esperando encontrar un punto de anclaje para convertirse en algo decente.
Compruebo el movil, las 00:17. Es tarde, cada vez más tarde. Esto tendría que haber estado para ayer..aunque técnicamente ayer acabó hace 17 minutos. 18 ya.
Parece que algo se forma, aunque como siempre, ese maldito duendecillo que me hace dudar hasta de mi existencia, se ha puesto a trabajar. Nada parece lo suficientemente bueno, nada parece suficiente.
¿Sabes que te digo, pequeñajo? que antes de que acabase el día, he escuchado a alguien que me ha dicho que no me falte la palabra a mí misma, y que escriba. Y prefiero hacerle caso a él antes que a ti, que me llevas por la calle de la armargura desde hace tiempo.
Así que, me doy una palmadita en la espalda por haber cumplido mi palabra a mí de escribir antes del domingo, y me perdono que haya sido el miércoles y no el martes.
Aunque solo sea miércoles por 27 minutos.
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