Alicia había disfrutado de unos días de engañosa tranquilidad, con su mente entretenida en cosas banas como el pasado, los hermanos, el peso, los cementerios. Incluso había podido ver series de tv sin identificarse con los desgraciados pero guapísimos protagonistas.
Pero volvió. Y con ella los animales que tenia encadenados a su cabeza. En el viaje se agitaron y comenzaron a hacer ruido. Enormes mariposas negras y elefantes azules pequeñitos. Alicia miraba como daban vueltas como locos y pensaba «¿otra vez?, los lunes, los martes, los miércoles». Casi había comenzado a sentir algo por ellos.
Andaba así por su ciudad adoptiva, buscando a sus Reyes maJos. ¿Un móvil nuevo?, ¿un colchón antiescaras?, ¿una «kittcheaid»?, ¿un caza mariposas?, ¿una escopeta para matar elefantes?. Y encontró un mercadillo navideño. Pensó en la encantadora contradicción de un mercadillo lleno de elfos verdes y casetas con nieve artificial en una ciudad donde el dos de enero se presentaba con 20 grados.
Mirando anillos con piedras atrapasueños oyó las voces risueñas de dos señoras en el puesto de al lado. Señoras por edad, saber y gobierno. Señoras en el más digno de los sentidos. Dos mujeres charlando amigablemente.
Alicia se acercó sólo un poco. Nunca le gustó que los dependientes le hablaran. Los dependientes tienen que esperar a que les pregunten. Más de una vez se había marchado de una tienda por esa razón. Pero esta vez no. Las amables damas de oriente la invitaron a acercarse. Le hablaron de escritura, le enseñaron sus libros, incluso se fotografió con ellas y se intercambiaron direcciones de Instagram.
La mente de Alicia se incendió. ¿Y si sí?, ¿y si los escritores son personas normales?, ¿o es que estas dos encantadoras damas son enfermas mentales escapadas del asilo de al lado?, ¿se puede escribir y publicar solo por el placer de hacerlo?, ¿hay reglas en este mundo?, ¿hay escritores que no se suicidan?, ¿los escritores tiene que tener el pelo largo? ,¿un pañuelo blanco al cuello?, ¿morir en una cárcel?
Reinas maJas disfrazadas de mujeres normales con sus charlas de puestecillo navideño. Escritoras ocultas al sol del medio día, viendo la hora de volver a recoger a sus nietos o hacer la compra.
Alicia se acordó de los bichos encadenados a su cabeza. Habían estado en silencio un buen rato. Pensó en los bichos encadenados a las cabezas de esas mujeres y los imaginó completamente domesticados.
Feliz noche de Reyes a las doce del medio día del dos de enero.
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