Efímero brilla en el espejo el año de los mil rostros,
que fue al mismo tiempo minuto, semana y década.
Santa Claus encontró su verano en otro hemisferio,
y de la navidad sólo quedó nieve en los rincones
junto al eco de la risa traviesa de trenzas multicolor.
Volví al poemario huérfano de mis planes de futuro,
y zarpé en la noche con ojos negros como la cerveza,
pero cómo evitar el naufragio en la noche sin viento,
que, callada y ausente, siempre fue tormenta.
Las Cartas desde el Castillo quedaron sin respuesta,
tampoco respondieron las garras del tiempo,
ni la pluma sin tinta, ni los sueños que buscan cama,
ni el talento que me persigue, ni los restos del siniestro,
ni el hedonismo ávido de noche.
Entre verdades a medias en relatos y otras ficciones
quedarán las despedidas, las flores mustias,
la paciencia testaruda de Johan y Jero,
la playa la noche en la que no se puso el sol,
las Lágrimas de San Lorenzo sobre los pinares de Saturno
sin más dios que la nada dejando su recuerdo
y llevándose su voz.
Y otra vez diciembre, otra vez nieve,
fallecer y resucitar al tercer día,
los giros de guion, la tragedia griega,
el teatro clásico,
en fin, la vida.
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