Se hizo silencio. Las miradas se turnaban de unos a otros, todos atentos a la espera de encontrar al duende que tenía en su poder la llave de la felicidad. Con ella abriría la puerta que daba paso al año nuevo. Una puerta abierta a los nuevos y buenos propósitos de un elenco de personajes que la habían cagado desde el día 1 del año anterior, pero dispuestos a reinventarse y hacerse mejores en el año nuevo que les esperaba al otro lado de aquella puerta.

Pero el duende no aparecía. Miradas de desesperación entre unos y otros. Qué sería de ellos si no encontraban la llave. No habría año nuevo, vida nueva. Tendrían que vivir con los propósitos sin cumplir, con las cagadas ya hechas, con los malos deseos, con los recuerdos que querían olvidar y esos pecados que había que expiar. Harían balance de lo bueno y malo con la esperanza de ganar. Algunos se alegraban de no tener que contar un año más. Otros solo querían poder pasar y olvidar la pena por los que ya no están para poder vivir y reir recordandolos en los buenos y viejos momentos de antaño.

Cinco minutos. Cinco minutos más para la cuenta atrás decía la canción. Pero la llave seguía sin aparecer. Aún oían el bullicio fuera de aquella habitación. Cada vez más grande, cada vez más ensordecedor. Nadie había comprendido aún. Nadie entendía que el poder de un número nuevo lo das tú. Y es que con o sin llave un año más es eso. Un número más. No borra. No resetea. No hace desaparecer. Es simplemente el cheque en blanco, la página nueva que socialmente hemos aceptado a lo largo de las décadas. Al fin y al cabo, tú y sólo tú tienes tu propia llave. Al duende le pueden dar.

Feliz 2023 lector@s, escritor@s, testarud@s.