Estas semanas de otoño
me alcanzan ya cansado,
cayéndose mis versos
ásperos y amarillentos
de tanto manoseo,
dubitativos ante el vacío de la página,
cegados de pantalla.
Temblando por el vértigo
en el precipicio de la fría noche que llega
a las 17:48h.
Pero el árbol desnudo me recuerda,
erguido y despeinado en los campos de Machado,
que volverán las hojas, los colores
de la tierra que se viste de jolgorio,
las flores y las fuentes
de agua soleada
de brincos y palabras.

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