El vampiro Vincent

Vincent entró en la consulta cabizbajo. Su psicóloga, la doctora Sookie, lo recibió con una amable sonrisa.
        —Puede pasar, Vincent —los vampiros no pueden entrar en las estancias humanas si no son invitados.
        Vincent tomó asiento, se pasó la mano derecha por el pelo y la cara y resopló.
        —¿Cómo está, Vincent?
        —Cansado de vivir, doctora. No sé qué más hacer. El planeta se me ha quedado pequeño.
        —Lo entiendo perfectamente.
        —Doctora, no creo que un mortal lo entienda. Los humanos se aburren de vez en cuando, y eso me fascina. ¡Cómo aburrirse sabiendo que van a morir! Yo me pasaría el día corriendo.
        —Tiene razón, Vincent. No puedo entenderlo, pero creo que imagino su dolor.
        —Y ahora es peor, doctora.
        —¿Ha vuelto a tener algún episodio?
        —No, no. La medicación que me dio está funcionando. Me mantiene estable. No he vuelto a tener insomnio diurno ni a darme un banquete de humanos. De hecho…
        —Puede hablar, Vincent, sabe que está protegido por el secreto profesional médico.
        —Necesito dejar de beber sangre.
        Sookie se sorprendió. Desde que empezó a tratar al vampiro Vincent, leyó todo lo que pudo. Drácula, de Bram Stoker, por supuesto, Entrevista con el vampiro, de Anne Rice, El misterio de Salem’s Lot, todas las temporadas de True Blood, aunque se le hicieron largas, incluso vio Crepúsculo y Crónicas vampíricas. Estas dos últimas, aunque no lo reconociera en público, muchas veces sin sonido. Digamos que era más fan de los actores que de la trama.
        —¿Cómo dice?
        —No puedo seguir quitándole la sangre a esos pobres humanos. ¡También sufren! He visto un documental en Netflix.
        —¿No sabía que sufríamos?
        —¡Oh! Qué se yo. No se ofenda, pero para mí son comida. ¿Piensan ustedes los humanos que las vacas no sufren?
        —No, claro. Bueno, o sea, ya, ya. Entiendo.
        —Pero doctora, ¿de dónde voy a sacar las proteínas si no como sangre? ¿Eh? ¿Podría recetarme algún compuesto? ¡Agg! Me pongo tan nervioso pensando en esto que me dan ganas de morder humanos.
        —Bueno, Vincent, yo me dedico más a la parte de la psique.
        —¡Ah! ¡Humanos! Ciertamente hay muchos de ustedes y reconozco que algunos se merecen un buen desangrado. Y soy respetuoso, de verdad, muchas veces tomo la dosis justa de sangre, los hipnotizo y voy a otro, pero no puedo seguir así. Seguro que alguien podría crear un jugo de remolacha que me sirva. Sin ajo, claro.
        —¿Pero alguna vez ha comido algo que no sea sangre?
        —No, la verdad. Nunca me lo he planteado, pero también hay humanos que sólo comen filetes con patatas y no han probado una lombarda en su vida. Tal vez a mí me pase lo mismo.
        —Ya veo, así que ha desarrollado una especie de empatía por los humanos.
        —Sí, imagino que sí. He vivido muchos años, doctora; estoy cansado de verlos como abrevaderos y juguetes para satisfacer mis impulsos sexuales.
        —¿Tiene relaciones con humanos?
        —Oh, sí, claro. No hay muchos vampiros por esta zona. No puedo volar a Rumanía cada vez que siento, ya sabe…  una urgencia. Aunque los vampiros son mucho mejores en la cama, por razones estrictamente físicas, hacerlo con humanos me divierte mucho. Especialmente si lo hago con muchos a la vez.
        —¿También se aburre del sexo?
        —Oh, no se lo puede imaginar. He probado de todo. Todos los géneros, todos los juguetes, todas las prácticas. Tengo mucho tiempo, doctora. Una vez probé unas máquinas en Japón que reconozco me sorprendieron gratamente, pero la lujuria no se me quita. ¡Ni la sed! Por eso tengo que dejar la sangre. Por cierto, doctora, ¿eso que le sale al sonreír son arrugas? ¿Está usted envejeciendo?
        —¿Qué? Será hij… quiero decir, sí, claro, el tiempo pasa por todos. Menos por usted, supongo.
        —¿Quiere unirse al reino de los muertos vivientes? Podría dejar de envejecer. Además, así no tendría que cambiar de terapeuta. ¡Sería brillante!
        —Oh, vaya. Es una oferta que tengo que pensar… verá, no sé si a mí me gustaría alimentarme de sangre tampoco.
        —¿Lo ve? Es una desgracia. Tendré que vivir como un miserable mosquito, dando sorbitos pequeños de humano en humano para saciar mi sed, procurando no dañar a esas pobres criaturas. ¡Son tan estúpidas! ¡Por qué tendría que nacerme la conciencia!
        —Pruebe a comer algo que no sea sangre, y a ver cómo le va.
        —¡Gracias, doctora, es usted siempre de gran ayuda!
        —Es un placer, supongo… Pero ¿qué hay de sus emociones?
        —Oh, me temo que no tengo tiempo para más, he quedado ahora con un grupo de góticos para darles una charla sombre vampirismo. La he llamado «Los 10 mitos sobre los vampiros que te han hecho creer». ¿Cree usted que funcionará comercialmente?
        —No sabría decirle…
        —¡Excelente! Gracias, doctora. Y por favor, si alguna vez quiere probar el sexo intercriatural, dígamelo. Será un placer enseñarle mis trucos. Está usted últimamente algo mohína, seguro que eso le levanta el ánimo, ¿eh? Ahora que lo pienso, creo que podría impartir otra charla, sobre las diez posturas que los vampiros pueden hacer y los humanos no. ¡Oh, gran idea! Siempre es usted de gran ayuda, doctora, ¡gracias!
        Vincent se fue y cerró sutilmente la puerta. Después, se oyó sólo una ráfaga de viento que él mismo había causado al salir volando por la ventana.
        Sookie suspiró. Se dijo a sí misma que debería subir las tarifas.

8 respuestas a “El vampiro Vincent”

  1. Y no la convierte? Me gusta lo de mi tener que cambiar de terapeuta.

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    1. Jajaja, quién sabe si se dejará convertir 🙀

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      1. Yo seguiría leyendo …😃

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      2. Es lo mejor que un escritor puede leer. Gracias 🙏

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  2. Yo necesito más. Soy muy fan de Vincent pero esta Sookie es muy sangre de cañon.

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    1. Me gusta «Sangre de cañón». Para más historias de Vincent, suscríbete, dale al like, haz el pino puente, recita a Góngora y cómprame NFTs.

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      1. Te vale si me hago una cuenta de Tik tok de esas? Casi sufro menos ….

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      2. Si haces el rito de iniciación bailando…

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