A Pablo Milanés, que era la primavera.
Y a Hebe de Bonafini, madre de todxs.
Noviembre deja aún más huecos en las calles.
La lluvia bordea las huellas de pisadas imposibles de borrar
y lo hace a propósito,
aunque sutilmente,
dejando ver con claridad dónde encajar nuestros pies,
desde qué lugares dirigir los desgarros de la voz.
¡Con vida los llevaron, con vida los queremos!
¿Qué caminos llevan a la liberación de las plazas
en las que nos espera el llanto alegre
por encontrarles de nuevo en nuestro encuentro ausente?
¡Todos son mis hijos!
Sí.
Y también retornarán los libros, las canciones,
y aquella niña que jugaba en la alameda
tarareará aun el canto del suelo con sus amigas nuevas.
Y tú y yo ocuparemos esas pisadas imposibles de llenar
porque nos va la vida en ello.
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