Alicia
Chez Marie
Chez Marie (segunda parte)
Contacto cero (Chez Marie, capitulo 3)
Pluvofilia (CHEZ MARIE cuarta parte)
Alicia llegó a la puerta de Chez Marie, aquel bar dónde se sentía con la libertad de no tener que ser nada.
Antes de entrar se quedó un rato escondida mirando la puerta rojiza y las luces doradas del interior. Nunca había estado en ningún sitio sola y eso que su madre quería haberla llamado Soledad. Volvía a llover, igual que el día en el que rompió el espejo de su clase del polideportivo. Llovía y se quedó un rato en la puerta dejando que las gotas le resbalaran por la cara. Así no se notaba que había llorado.
Últimamente se decía demasiado así misma lo de «mierda, otra vez», otra vez dudandoTE, insultándoTE, avergonzándoTE, controlándoTE. No pienses, no digas, no sientas, no, no, no.
Tenía que acabar con aquello de una vez por todas.
Entró con decisión y se pidió la primera cerveza.
Se sentó de espaldas a la gente y deseó con fuerza el que nadie se le acercara y su primer deseo se cumplió, nadie le dijo nada.
En su mesita redonda disfrutó de la belleza de la melancolía que le invadió y comenzó a esperar. A esperar a que le vinieran las ganas de hacer algo. Algo que le gustara. Que le apasionara. Que no tuviera que ver con los gustos de su familia cercana, lejana, amigos, enemigos, amigas, enemigas, hijos y demás mundo en derredor.
Nada.
Segunda cerveza.
Nada de nada.
No quería hacer nada.
Sola, soledad, solísima, solo quería estar así, quieta, bebiendo, observando. Charlando consigo misma.
No puedes conocer a alguien si no pasas tiempo a solas con esa persona, charlando sin expectativas, riéndote de sus ocurrencias.
Cuando terminó la tercera, se había vuelto incondicional de si misma y pensó que le apetecía salir y volver a mojarse.
Al final de la calle vio la parada del autobús. La que llevaba a Nepal.
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