Hoy a medio día maté a «Esperanza» a sangre caliente, porque ya me estaba quemando.
Y lo confieso así, sin rodeos ni arrepentimiento, con arma y sin bandera blanca.
Y es que ya no podía seguir viva, me tenía esperando en el campo de la ilusión, paralizada y enganchada a la nada.
Caminaba en bucle, y me hacía andar tras ella a expensas de lo que no existe, y así me decepcionaba una y otra vez porque nunca llegaba.
Al final me dejó rota, y traté de echarla varias veces pero ella jugaba con su labia, prometiéndome historias idílicas y haciéndome creer sus fantasías.
De verdad que ya no podía más, tenía que hacerlo, así que cogí toda mi rabia empuñando mis lágrimas contra ella y murió. Fue rápido, más de lo que duró la agonía que siempre dejaba.
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