Cuando desperté y miré el reloj, pude ver que era tarde, incluso siendo domingo. Eché el brazo hacia el otro lado de la cama, pero solo toqué las sábanas, mi Indiferencia ya se había levantado. Me calcé el albornoz y las pantuflas de Bob esponja para ir a la cocina, allí estaba ella, tomando un café y fumándose un cigarro, dando vueltas a la taza con la cuchara. Para variar, no me ofreció un café, ni siquiera unos buenos días. Aun así, me serví uno y me senté a su lado.
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