Hoy toca clase de zumba. No sabe si es bueno o malo porque por fin han arreglado el espejo de la  clase. Teme que va a pasarse 55 minutos entre creerse una gogó y bailar como si no hubiera un mañana y verse en el espejo y que su mente se pase los mismo 55 minutos diciéndole lindezas sobre su barriga, sus tetas o su papada.

Pero hoy llueve y eso le calma, le anima a echar un pulso consigo misma sabiendo que hoy ganará Alicia gogó.

Comienza la clase y la lucha. En ring de su cabeza hacen apuestas. 

-Alicia-Gogó: ¡Olé!, ¡qué ritmo!.

-Bruja piruja: ¡Vaya mallas que me llevas!

-Alicia-Gogó: ¡tres vueltas sin equivocarte!

-Bruja piruja: Tía, no te pongas de perfil que tapas a las de detrás.

-Alicia-Gogó: mírate, ¡qué guapa estás cuando sonríes!

-Bruja piruja: lo de sonreir es para las feas.

-Bruja piruja: ¿Quién te manda ir en tirantes?, lo que cuelga de tus brazos te va a hacer volar.

-Alicia-Gogó: han pasado dos canciones sin insultarte.

Una, otra, una, otra, una, una, una, otra, otra, otra, otra, ¿gana bruja piruja?

Pero sigue lloviendo. Y eso le calma.

Y mira a su alrededor al ritmo de Malumba rock y descubre la misma mirada esquizofrénica en las mujeres de su alrededor.

Mierda.

Esa noche, al igual porque parte de la lluvia se ha infiltrado en su cerebro y lo ha regado un poco, vuelve al polideportivo con un rompe-espejos definitivo y destruye la maldita pantalla donde vive su bruja piruja. Como diluvia, nadie le ve.

En un mes les cambiaron de aula. La anterior se había quedado pequeña por el repentino aumento de inscripciones.

Mierda, vuelve a tener espejo.

Mierda, hace sol.