Se debatía entre la vida y la muerte.
Un simple gesto podía mandarle para el otro barrio o darle la oportunidad de ver amanecer el siguiente día.
No tuvo tiempo ni de pensar cómo pudo llegar a esa situación, pero ya estaba metido en ella, no había vuelta atrás.
Siempre tuvo la prudencia como bandera, aplicándose el cuento de no molestar y no ser molestado.
Esta ocasión era diferente, el cañón de aquella pistola apuntaba directamente a su cabeza y las gotas de sudor que caían por su frente, sobre sus ojos, apenas le dejaban ver el rostro del agresor.
¿Por qué decidió darse media vuelta y atajar por aquel laberinto de calles sin luz del centro de la dichosa ciudad?
Supongo que sería por dar ese paso que le llevaría a una respuesta de lo que más deseaba.
La conocía desde pequeña y siempre estuvo enamorada de ella, pero la boda de su mejor amiga, su compañera de trabajo y su confidente era mañana, y tenía que preguntar.
La acompañó hasta la puerta de su casa y se marchó, ambos se miraron con cierta tristeza, dando por hecho que posiblemente sería la última vez que se iban a ver como se veían hasta ahora, pero durante tantos años ninguno de los dos quiso dar el paso, ni siquiera por probar o por saber lo que pensaba el otro. Esa noche fue diferente para él.
Tras darle un gran abrazo y un beso en la mejilla, se retiró del portal número 12 de esa Travesía de las Pozas y sonrió. Sonrió de tal manera que ella entendía y parecía aceptar el mensaje de despedida. Todo sería diferente a partir de mañana. Nueva vivienda, nuevo municipio y posiblemente nuevo trabajo en esa empresa internacional de su casi ya suegra. Era otra liga.
Y tras apenas alejarse unos minutos, se armó de valor y decidió dar la vuelta y volver sobre sus pasos con la decisión de decirla todo lo que sentía, todo lo que ha sentido y todo lo que estaría dispuesto a dejar, dar, compartir y vivir con y por ella.
Esa sensación de euforia fue la que le hizo atajar por aquel callejón para no perder tiempo y darse de frente con un par de personas con intenciones no tan románticas, sino simplemente monetarias y sin ningún miedo, por tener el poder de ese arma, a su favor.
Seguía teniendo un cañón apuntándole a la cabeza, seguía dándole vueltas al destino al que iba a ir, seguía asustado por poder perder su vida y por perder la oportunidad de irse a otro lugar sin una respuesta.
Estaba inmóvil, sabía que eso iba acabar mal, empezó a notar como su cuerpo se calentaba, como su corazón se aceleraba, como sus piernas y sus brazos empezaban a crecer por momentos, su respiración hizo una pequeña pausa… empujó con fuerza la mano que empuñaba el arma y golpeó con el codo el rostro del atacante, mientras sonaba un sonido ensordecedor y un olor a quemado entraba por su nariz.
Inmediatamente escuchó como una persona se caía al suelo desplomado, no era él. Apenas escuchaba por su oído izquierdo, sus piernas empezaron a correr calle abajo y volvió a escuchar otro disparo a la vez que notaba un pinchazo en el centro de su espalda, dejándole apenas sin aliento, pero siguió corriendo.
No paró hasta llegar a ese número 12 que tanto deseaba.
Miraba el portal fijamente, cuando cayó al suelo de rodillas. El número del portal empezó a hacerse borroso, la respiración empezó a decaer, observaba como tenía todo el pantalón lleno de sangre.
Hizo algún esfuerzo por levantarse, cayendo totalmente extendido al suelo, sin oportunidad de volver a levantarse.
Escuchó como su corazón se paraba, se partía, se iba en ese portal número 12.
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