La ley está para cumplirla, no como los deseos.
El forense determinó que la causa de la muerte del amor fue la decepción.
Es caso es que está resuelto.
Los más implicados, encerrados.
Disculpa a mi culpa.
Cuanto más alto escucho gritar
justicia
más creo que se pide
venganza.
Disculpa a mi desconfianza.
Confío tanto en mi ignorancia
que siempre busco lo que se me escapa.
Inocentes mueren y el resto del mundo duerme.
No nos quita el sueño
—porque estamos cansados—,
nos roban los sueños.
Duermo con más gente de la que me acuesto.
No olvido poner el despertador.
De niña me aterrorizaba
que alguien, cualquiera
con malas intenciones,
consciente de que hay quien las tiene,
entrara en mi habitación.
No podía dejar de mirar la puerta,
porque tampoco podía cerrarla.
Más miedo me daba estar sola ante el peligro.
No cambiamos.
Aprendemos a ser de otra forma.
Hoy, en la soledad hay sosiego.
Hoy tengo un portero que da tanto miedo
como yo puedo seguir teniendo.
No lo superamos
hasta que lo hacemos parte de nosotros.
Cuando tengo que empezar a disculparme,
prefiero irme a otra parte.
No quiero estar en el lugar del asesinato,
porque siempre declararé en mi contra.
Pasé por la guillotina,
la hoguera, la horca…
Nada pudo parar mi corazón, excepto yo.
Me salvé.
Me condené.
Lo hice por ti,
porque no quiero que lo hagas tú.
Lo hice por nosotros.
Por interés propio.
No quiero que hagas nada,
solo que te quedes un rato,
por si me da por enamorarme de ti
y pedirte que me mates.
Deja una respuesta