Ya había oscurecido cuando nos aventuramos a soltarnos entre calles atestadas y malolientes. Pensábamos cenar en un restaurante muy bien acreditado y que, según Tripadvisor, estaba muy cerca de nuestra jaula de oro: un hotel de cinco estrellas. Mis pupilas agotadas ante tanta miseria vestida de colores carnavalescos, y el silencio contenido de Robert, me apuraban a sentarme en el acreditado restaurante. Solo encontramos una calle enfangada donde un ruido asesino nos devoraba los tímpanos. Regresamos al hotel con prisa; mis ojos, mi nariz, mis oídos no soportaban más esa mezcla criminal. En la comodidad de mi habitación logré salir del impacto y me quedé dormido pensando: «al menos no se tiran sobre ti para pedirte dinero o venderte algo; no es tan terrible como me habían dicho», pero… ¡No sabía lo que me esperaba!
¿Continuará? Depende de ti, un like o un comentario serán la sentencia…
Deja una respuesta