Y no podía faltar en una noche como esta ver Bitelchús o Beetle Juice, como quieras decirlo.

Desde hace ya unos… no sé, ocho años, nos ponemos a cenar unas buenas hamburguesas de pan negro con kétchup derramándose para darle más emoción, mientras disfrutábamos de actores como Alec Baldwin, Gina Davis o el gran Michel Keaton en la película de Tim Burton.

Halloween ya llegó, una fiesta pagana de otro continente que da algo de vidilla en estos días de octubre que comienzan a ser más tristes por el dichoso cambio de hora. Pero si se hace de noche a las 18.30 horas, ¡puf, qué bajón!

Bueno, entre que te disfrazas, quedas con amigos, te das un homenaje en una cena rica alta en hidratos con su digestión pesada a posteriori, y ves disfrutar a la gente con disfraces cada vez más elaborados, pasan las horas y llega la mañana siguiente para pensar que tienes que volver a trabajar, pero el momento actual no te lo quita nadie.

Este año me ha dado por disfrazarme de un clásico, el malo de Scream, sí, ese que tiene los ojos y la boca abierta y la verdad que da bastante respeto, pero como no tenía mucho dinero para invertir y no quería repetir de ladrón de La Casa de Papel como hice en los dos últimos años, consideraba que iba a ser un poco pesado, pues, careta con ropa negra y listo.

No solía ser muy de Halloween hasta hace ocho años como comentaba, pero desde ese extraño suceso que me hizo pensar y meditar, sobre todo, no es el momento de contarlo, no me pierdo ninguna fiesta en la que pueda disfrazarme, y ésta junto con el carnaval es la mejor opción para sacar lo mejor de uno y disfrutar, luciéndote detrás de una máscara, disfraz, gorro o lo que surja.

Tengo varios vecinos que lo viven mucho más, tienen niños y llenan el descansillo de la planta con telarañas, arañas, calabazas, esqueletos, luces rojas… y un sinfín de objetos que compran en los bazares chinos del barrio que hacen su agosto, o su octubre según quieras verlo, pero te facilitan mucho el trabajo.

Estoy pensando que esta costumbre también ha llegado hasta mi trabajo, varios días antes de llegar la fecha siempre hay algún bromista que empieza a dejar brazos “arrancados” en las cajoneras de los compañeros, manchas de sangre en el ascensor y se dedica a mandar algún que otro vídeo que sale la niña del exorcista o la monja de la película esa rara.

Y lo más divertido de todo es que lo siguiente después de una fiesta como esta, en la que ya apenas nos acordamos de hacer piña y recordar a nuestros familiares o amigos que no se encuentran con nosotros, viene la Navidad, sí, ya mismo está aquí, y lo sabes.

Una cosa quiero que quede clara, que si alguno de vosotros está en la tierra cuando yo me vaya, me encantaría que se hiciera una fiesta de disfraces y la gente pudiera tener una pequeña sonrisa en la cara mientras se acuerdan de mí, esa sería la mejor manera de despedirse y de saber que dejaste alguna huella en ellos, la marca de la felicidad.

No quiero enrollarme mucho más, ya que, como este año cae en fin de semana largo, no me esperéis en casa sentado, porque me acabo de poner la máscara y voy a pasar un feliz Halloween con los amigos mientras reparto sustos y caramelos, según toque. 

Así que, a disfrutar que la vida son dos días, el de Carnaval y el de Halloween.