Espérame

Eran las tres de la tarde y aún no había llamado. Lucía le prometió que lo haría y Clara confiaba en su amiga, “habrá tenido un contratiempo”, se auto convenció. Clara le había demostrado muchas veces que podía contar con ella, cuando le ayudó con su mudanza, cuando llegó nueva a la ciudad y le presentó a todos sus amigos, cuando se encargó de los preparativos de su boda. Podría decirse que era buena persona y su mejor amiga, ahora esperaba lo mismo de ella. No es que Clara hiciera todo eso por recibir algo a cambio, le salía sin más, se daba a los demás cuando veía que la necesitaban. Pero entendía que esa entrega le sería devuelta, harían lo mismo por ella. Clara, nunca pedía nada, esto era excepcional se trataba de algo importante para ella. Estaba acostumbrada a dar sin que se lo pidiesen, simplemente ayudaba si veía que hacía falta. Se podía decir que era una persona generosa. Lucía, por el contrario, sabía aprovechar la oportunidad sin pedirlo directamente. Siempre conseguía lo que necesitaba como por arte de magia. Sabía ganarse a la gente, era sociable y extrovertida, las personas se le ofrecían, estaba acostumbrada a recibir.

Aquella tarde Clara le había pedido, con mucha dificultad porque no acostumbraba a hacerlo, si podía cuidar de su hijo. Lucía dijo que cancelaría varios planes para poder hacerle el favor a su amiga, pero le dijo que iría a partir de las tres cuando acabase unos asuntos. Clara no quería molestarla llamándola, simplemente esperaría a que llegase. Lo que tenía que hacer no era a una hora concreta, solo necesitaba un poco de tiempo libre para poder hacerlo. Además no había sido muy precisa con su amiga y esta tampoco le insistió demasiado en el motivo, tan solo le dijo que tenía que acercarse a otra ciudad a hablar con alguien por un tema de trabajo. Lucía no averiguó más y accedió a ayudarla. Tres y media y aún nada. Clara había vuelto a darle el pecho al niño para tranquilizarlo y que comiera lo máximo posible antes de irse. La espera de su amiga y la incertidumbre la pusieron nerviosa y debía guardar la calma durante las próximas horas antes de su encuentro, si quería tener éxito en su entrevista. El bebé pareció percibir su nerviosismo y empezó a rechazar el pecho. No se veía saciado, pero en vez de querer seguir comiendo empezó a llorar. Clara lo calmó como pudo, tarareando y meciéndolo sin mucho éxito. Al rato, cuándo empezó a dormirse, sonó un mensaje de móvil. Lucía se retrasaba por una reunión inacabable. Clara se desesperó pero tampoco la culpó, al fin y al cabo no le había insistido mucho, aunque es cierto que Lucía se lo aseguró, esperaría un poco más. A las cinco otro mensaje de Lucía, le pedía un poco más de tiempo. Clara, sin querer mostrar su enfado, le dijo que no se preocupara que su trabajo era más importante. No sabía qué hacer, se sintió decepcionada con su amiga, pero no quiso reconocerlo. Ya no le daba tiempo de llamar a una canguro ni tampoco se fiaba de dejar a su hijo tan pequeño con una extraña. Hablar con aquel editor que le habían recomendado era realmente importante para ella, le daría un impulso a su olvidada carrera de escritora, era su oportunidad. Aprovechando que el bebé dormía lo cogió para montarlo en la sillita del coche. Aún tenía una hora de luz, el mismo tiempo que tardaría en llegar a la ciudad de Ben Watson, el célebre editor que conoció en la presentación del libro de una amiga y que con tanto interés le pidió que le enviara el manuscrito en el que estaba trabajando. De eso hacía tres meses y tras sus buenas impresiones al leerlo, él le había insistido en que se vieran esa tarde que pasaría por la presentación de otro libro en la ciudad cercana a la de Clara. Así que debía intentarlo. Se montó en el coche con su hijo al que veía durmiendo por el retrovisor, rumbo a su destino. 

Al final eso de pedir ayuda no le había salido bien. Cada uno tiene sus cosas y todo el mundo no era como ella que se desvivía si veía que podía echar una mano. Creía que no era tan difícil ayudarse unos a otros y que todo saldría bien, si así fuese construiríamos un mundo mejor, ojalá su hijo pudiera vivir en él, al menos ella no dejaría de intentarlo. Mientras tanto tenía que perseguir su sueño, aquel que dejó hace tres años cuando se quedó embarazada, recién divorciada y madre soltera y tuvo que aceptar un trabajo a media jornada en la empresa de publicidad de Lucía, mientras su amiga triunfaba en su carrera como directiva. 

Se aproximaba a la ciudad anocheciendo, en esa hora en que las oscuras siluetas de las casas y los árboles destacaban sobre un cielo resplandeciente anaranjado ya sin sol. La hora en que todo parece morir, salvo la promesa de un nuevo amanecer. Clara miraba la palidez del cielo con esperanza. En ese momento sonó el móvil que despertó súbitamente al pequeño. Con las prisas, Clara no había conectado el manos libres y no cogió la llamada que seguía sonando insistente con el atronador ruido. El bebé lloraba al verse inmóvil alejado de su madre, esta lo miraba por el retrovisor, mientras le hablaba calmándolo. Las siluetas de los edificios ya no se distinguían, la oscuridad cubría el horizonte. Las pequeñas luces de la ciudad anunciaban su llegada, ruidos de coches y un semáforo en rojo que en ese momento advirtió de la obligada parada. Clara siguió de largo en la carretera mientras tenía los ojos puestos en su hijo en lugar de en el coche que venía de frente en sentido opuesto contra el que chocó fulminantemente. En su móvil sonó la entrada de un nuevo mensaje: “espérame, ya llego”. 

Una respuesta a “Espérame”

  1. Bravo. Durísimo. Devastador y bonito al mismo tiempo. Me encantó lo de «La hora en que todo parece morir, salva la promesa de un nuevo amanecer», especialmente después de llegar hasta el final.

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