Contraseña 1234 (Parte 2)

Primera parte AQUÍ

Tardé un minuto en subir los dos pisos que nos separaban, en completo silencio, sin dar la luz en ningún piso. En la penumbra observo una letra B desgastada por los años, en una puerta igual de vieja, seguro que el jugador de rugby podría tumbarla de un soplido. Yo vivía en una letra B también, por lo que conocía la disposición de la casa, eran pisos pequeños, salón, cocina y un dormitorio.

Acerqué la mano al pomo de la puerta a la vez que pegaba la oreja con cuidado, no escuché nada. Con el miedo del pequeño Tommy, cuando vio un payaso asomando de una alcantarilla, y el los cojones de Magallanes ante la inmensidad de un mar desconocido, abrí la puerta.

Entré y todo fue tan rápido que me cuesta un poco describir como pasó, quizás también por la inyección de adrenalina que me pegó el cuerpo. Giré el pomo con decisión, nada de intentar primer girar suavemente para ver si estaba abierto, había que ir a por todas si quería rescatar a la chica y salir de allí. Sin casi distinguir a mi alrededor, sin ver realmente los muebles de la casa, enfocado en un único punto, llegué al dormitorio en pocos, pero impetuosos pasos.  Recuerdo al tipo flaco, de espaldas con un jersey verde, dando media vuelta con cara de sorpresa. Ahí el tiempo pareció ralentizarse para mí. Puedo observar detenidamente que no lleva armas, apoyado en una silla de ordenador que aún no veo, la habitación está poco iluminada más allá del reflejo de dos monitores. Antes de que el flaco se dé cuenta, salto a lo Kobra Kai y lo tumbo de un tremendo codazo en la cabeza, llevándome por delante la silla, a la muchacha, a la mesa con los ordenadores, todo. Acabamos enredados por el suelo en menos de lo que tarda uno en tomar una bocanada de aire.

-Soy yo, vámonos. -Dije cogiendo a la chica de la mano sin esperar siquiera su respuesta, había que huir. Ella cogió mi mano con fuerza. El flaco, inconsciente, había perdido la suya.

-Espera, necesito mi pincho. -Dijo ella cogiendo un pequeño disco USB de entre la maraña de cosas del suelo. Entonces me fijé en ella por primera vez, joven, piel blanca y gafas de pasta apoyadas sobre una fina nariz puntiaguda, con el pelo azul, con ojos marrones y cara de asustada.

Salimos al rellano -Sin hacer ruido- Dije al cerrar la puerta lo más suave posible. -Sube al octavo, enseguida voy, corre- Ella obedeció sin decir nada mientras yo arrastraba una maceta de veinte kilos con un gran ficus plantado. Dejé la maceta bloqueando la puerta del ascensor y subí las escaleras en silencio, andando en lugar de correr, para tomar aire y evaluar la situación. Miré el reloj, 20,39, no está mal para un cuarenton, aunque hay poco tiempo y no es momento para fliparse.

Subí los escalones de dos en dos intentando hacer el mínimo ruido posible, el corazón me iba a mil por hora y me resultaba difícil procesar lo que estaba pasando, llegué al octavo y ella se asustó al ver el ímpetu con el que surgí de la penumbra.

-Gracias- Dijo. Tenía un corte en la cara fruto del daño colateral, pero parecía estar bien. Me acerqué a la puerta A sin responder y empecé a llamar con los nudillos repetidamente. Al hacerlo también vi que me sangraba un poco el dedo meñique.

-David soy yo, abre por tu padre, David, da..

La puerta se abrió y sentí un tremendo alivio, a pesar de no saber si estaba bien involucrar a mi vecino en esto. David, o mejor dicho Waiar, como yo le llamaba, era un friki devoto de The Wire, la mítica serie de televisión, un informático que vivía solo, pero con cierta repercusión en el mundo virtual. Llevaba unos auriculares con micrófono con luces Led que iban cambiando de color y una vieja sudadera gris donde ponía The Corner, en alusión a un libro de David Simon y Edward Burn, guionistas de la serie.

-Tío, que estoy en medio de un directo de Twich defendiendo a Omar de una sarta de orangutanes de cueva. -Dijo mirando a mi acompañante con cierto descaro.

-Entra, vamos. Dije cogiéndole de la mano y cerrando la puerta mientras Waiar nos miraba sorprendido.

-Mira tío, estamos en un problema muy gordo, unos tipos del quinto secuestraron a esta tipa, Olga David David Olga, dije haciendo aspavientos con las manos. El caso es que necesitamos escondernos un rato a ver qué pasa.
-Coño pues vamos a mi directo a denunciarlo, ahora mismo hay casi mil viewers conectados a mi stream.
-No puedo salir en público, sería peligroso para mí. Nada de directos ni de policías. -Dijo Olga con miedo en el rostro.
-Pues yo que se, apagamos las luces y los intentamos reventar a palos. -Sugerí yo como plan alternativo.
-Voy a buscar armas. -David ni siquiera ha esperó a ver si era el plan definitivo, y se fue para la habitación, -Chicos corto directo, luego os cuento- Se le escucha decir a sus followers.
-Gracias por ayudarme. – Olga me da un abrazo, mientras escuchamos ruidos de cosas moviendo y puertas abriéndose, Waiar busca algo para defendernos.
Miro el reloj, 20,46. David vuelve con un bate de béisbol, el tubo metálico de la aspiradora y un rodillo de cocina.
-Escojan armas. -Dijo intentando suavizar la situación. Cojo el bate, Olga coge el rodillo, Waiar se queda con el tubo. Apago la luz de la entrada, de donde no nos habíamos movido, y abro la puerta con la mayor discreción posible, esperando escuchar algo.

Continuará….

5 respuestas a “Contraseña 1234 (Parte 2)”

  1. Ay que tensión, esperando la siguiente entrega!!!

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    1. Gracias! Yo tampoco se como sigue aún, así que a ver como salen de esta!

      Le gusta a 4 personas

  2. Joder, es un thriller magnífico del siglo millennial.

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