Éramos muy felices, pero todo cambia; es lo único constante en la vida. No estoy triste, estoy confundida. No es estoy triste porque sé que estás descansando. Aunque pueda costarme trabajo entenderlo y más aún, aceptarlo, la fe me sostiene en el convencimiento de que quien desencarna, descansa, se libera. Ya no tienes que esforzarte por mantener tu cuerpo físico en marcha, ya no tienes pensamientos rondando por tu cabeza, ya no hay preocupaciones por ti, por mí. Desde dónde sea que estés podrás atestiguar mi fortaleza. ¡Tú me la obsequiaste!
Te repito, no estoy triste, estoy confundida. Confundida porque mi vida giraba en torno a ti, a tu salud, a tus necesidades. Ahora, ese espacio enorme que siento como vacío me remueve el alma. ¿Qué voy a hacer, y sobre todo a ser, sin tu cuerpo físico a mi lado? Eras la respuesta para todas mis preguntas; ahora tengo que buscarlas en mí misma y con seguridad, cambiar muchas de ellas porque ya no las necesitamos. Todo cambia, menos el amor que sentimos, que nos profesamos.
Aunque este vacío que siento es pesado y denso, no es por extrañarte. No podría, no podré extrañarte. Estás en mí, eres parte de mí y lo serás para siempre. Así que no puedo sentirte ausente. Esta sensación de vacío es porque no tengo las respuestas para mis nuevas preguntas. Todo cambia. Mi vida es ahora mismo un nuevo horizonte que, quizás por las sombras que me habitan, no puedo ver con claridad. Por fortuna, sé que estás a mi lado para irlas alejando, una a una. Me dejaré llevar por tu energía, por mis recuerdos de ti y por mi fe en la sabiduría divina. No estoy sola, estoy simplemente confundida.
No quiero entrar a casa, no quiero enfrentarme a cada pared y a cada cosa que me habla de ti; soy humana y le temo a este silencio nuevo, desconocido y, por ende, amenazador. Había olvidado mirar mi vida sin que fueras tú el referente. Sin embargo, y, a pesar de las sombras, del silencio, de las preguntas que no puedo responder porque aún no las reconozco o no las acepto, sé que no estoy sola. Te siento en cada espacio posible de mi cuerpo y de mi alma; te siento dentro de mí e inclusive fuera de mi; estás en cada cosa que miro, que siento, que pienso; estás hasta en el aire que respiro. Aunque hayas partido debo decir: ¡Gracias por no abandonarme!
El amor es algo indefinible, mejor no intentar ponerlo en palabras. Te amo y tú me amas. Y esta certeza me llevará de la mano para responder cada una de las preguntas que vayan llegando a mí en este nuevo camino que apenas empiezo. Esa certeza, que es lo mismo que tu presencia, es la única forma que encuentro ahora para referirme al amor, en especial el nuestro que, aunque no pueda definir, tiene algo único y exclusivo: es sólo de los dos y para los dos. Este es mi gran tesoro. ¡Gracias por tu amor, gracias por no abandonarme!
Deja una respuesta