Como cada semana, me disponía a escribir mi reto semanal para el club de Escritura Testaruda, ya sabéis, ese blog donde si los cazatalentos buscasen, darían con una mina de tinta. Esa semana había estado bastante ocupado y no se me había ocurrido ninguna idea fresca, así que revise mi bloc. Rápidamente encontré algo que me llamó la atención, una frase sobre una chica encerrada en un maletero con un teléfono móvil, sin más detalles. Me puse a escribir la idea en mi portátil, llevaría dos o tres párrafos como mucho, desarrollando como aquella chica imaginaria había terminado en un maletero sórdido, cuando empezó todo.
Llegado cierto momento, en la historia, la chica descubría un teléfono en el maletero y escribía en un mensaje al único número que había en la guía, esperando poder recibir ayuda.
HOLA, NECESITO AYUDA
La frase se había subrayado por error. La borré y la volví a escribir, pero se subrayó de nuevo. De nuevo la borré y de nuevo al escribir se quedó subrayada. Reinicié el portátil maldiciendo sobre Microsoft y la tecnología a partes iguales, coño, si a mí me gusta más escribir en papel, como toda la vida. Total, que volví a arrancar el ordenador, con el mismo resultado. Noté como la ira subía de intensidad, pero respiré hondo, no quería perder el hilo de la historia, aunque tuviese que escribirla subrayada entera.
Curiosamente, tras auto subrayar esa frase el puto Word pareció arreglarse, y lo siguiente que tecleé ya se anotó bien escrito, así que canalicé la ira hacia mis dedos para sacarla, pensando en asesinar al personaje, aún por desarrollar, que hubiera secuestrado a la muchacha de mi relato. No había llenado ni un párrafo cuando el auto corrector se puso a subrayar grupos de palabras sueltas, a veces alguna palabra entera, otras sólo letras dentro de una palabra, como temeroso, por ejemplo.
Estaba enfadado con la informática, así que bajé a la calle a fumar, y así retocar en mi cabeza los detalles de la historia. Al subir, y volver a fijar la vista en la pantalla, mi cerebro se puso a agrupar esas palabras subrayadas, buscando simple divertimento, como ejercicio mental. Para mí sorpresa, aquellas palabras subrayadas formaban una frase:
Hola necesito ayuda. Me llamo Olga y estoy secuestrada dos pisos más arriba, si averiguas esto teclea sisisisi para poder enviarte instrucciones.
Os podéis imaginar, me aparte del portátil asustado, sin saber que hacer. Estuve varios minutos sopesando la situación, pero no soy persona que se quede indiferente ante los problemas ajenos, así que decidí tomar parte en el asunto.
Tras el sisisisi acordado, seguí escribiendo sin pensar mucho en la historia de trasfondo, sino en la historia que había brotado de éste a la realidad, como un pequeño multiverso, escribiendo palabras inconexas y frases aleatorias a toda la velocidad que me daban los dedos. Efectivamente, tras unos pocos párrafos volvió a aparecer la palabra si subrayada cuatro veces seguidas. Entonces agrupé de nuevo las letras para obtener un nuevo mensaje de aquella desconocida.
Soy una hacker, me han secuestrado para que reviente la seguridad de un banco, amenazando con matar a toda mi familia. Estoy en el 5B. He accedido a tu portátil ya que es el único con clave 1234 del edificio, ya hablaremos de eso. No llames a la policía por favor, con mi historial iría a la cárcel y no puedo dejar solo a mi hijo. ¿De acuerdo? Teclea sisisisi para continuar.
Tras bajar y fumarme tres cigarros a calaperro, y sopesar la situación, pensé en seguir adelante, al menos hasta ver cuan peligroso era, ya que estaba intrigado y fascinado por la situación a partes iguales. Los escritores ocasionales de más de cuarenta años no es que seamos el alma de la fiesta precisamente. Respecto al peligro, gracias a Karate Kid, y a la educación de mis padres, fui campeón de karate juvenil a los veinte años, y no me dan miedo los enfrentamientos personales. Bueno sí, pero quiero decir que se más o menos como actuar para defenderme en situaciones violentas, ya me entendéis.
Tras escribir otro par de hojas obtuve la siguiente nota:
Te escribo mientras hackeo el banco, por lo que necesito que te des prisa, ya que no se cuánto podré alargar el proceso. Me retienen dos personas, un garrulo y un tío flaco. El garrulo sale a las 20:30 cada día a buscar la cena, y está veinte minutos fuera. La puerta es antigua, con pomo giratorio por ambos lados y pestillo por dentro, y con un cerrojo superior. Haré lo necesario para dejarla abierta para ti, por favor no me falles, teclea sisisisi para saber si cuento contigo, cambio y cierro.
Miré mi reloj, 20:20, joder. Teclee sisisisi y bajé la tapa del ordenador. Quizá esa presión constante que ejerce la falta de tiempo me hizo continuar sin pensar mucho donde me estaba metiendo. Cuando me quise dar cuenta eran y veintitrés, corrí al cuarto a vestirme de negro, cogí mi gorra negra con las letras HOOLIGAN bordadas en blanco, y me la puse con la visera hacia atrás. Ocho y veintisiete. Dos minutos para unos estiramientos rápidos, y uno más para estar junto a la puerta atento al ruido de la escalera.
20:30. Escucho como se abre una puerta, el ascensor sube al cuarto piso, estaba para salir, cuando caí en que me dejaba el móvil, así que volví al cuarto a cogerlo. Menos mal, al volver a la puerta escuche alguien bajando por la escalera. Pude ver por la mirilla un tío gigante con pinta de jugador de rugby retirado, con cicatrices en la cara y gesto aterrador. Había mandado el ascensor solo y él había bajado andando. Tipo listo. Pasó un minuto mientras el tap tap de bajar escalones se escuchaba cada vez más lejos, hasta que se mezcló con el sonido de abrir y cerrar el portal, dejando todo en silencio.
Continuará…
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