Solo un dato estable flota en mi cabeza: Sé que tengo Alzheimer.
Eso implica demasiadas cosas: Sé que en algún momento alguien vendrá y empezará a decirme qué hago aquí; cómo he llegado a este lugar; cuál es mi familia; y, en definitiva, me pintará el lienzo de mi vida anterior para que desde este punto pueda continuar con otra oportunidad.
Seguramente habré pasado por esto antes una o muchas veces, quién sabe. O quizás sea sólo una amnesia temporal. Puedo haberme golpeado la cabeza en un accidente y yacer aquí postrado, para luego recuperar poco a poco mi vida y mi memoria o mi memoria y mi vida, no sé en qué orden.
Bueno ahí tenemos otro dato: estoy en un hospital. Apenas puedo girar mi cabeza hacia los lados y no veo quién me acompaña o si me acompaña alguien. Una tupida cortina blanca rodea todo el lecho. Demasiado parecido a una mortaja. No me tranquiliza.
Compruebo que mi extremidades inferiores están enteras y en su sitio, pero no así mi brazo izquierdo, que tengo escayolado e inmovilizado en inverosímil postura. Cobra fuerza la hipótesis de que soy víctima de un accidente y puedo tener amnesia temporal post traumática. Parece que tango algo de vocabulario perteneciente a la jerga médica, con lo que puedo haber pasado por esto antes o incluso ser del gremio, quién sabe.
Tanto si es transitorio como permanente, ¿Qué me ocurrirá si lo que descubro no le gusta a este yo consciente que se habla a sí mismo mientras estoy postrado?
¿Y si la vida que me cuentan me parece vacía y pobre?
¿Y si me retratan como un perdedor en el que no me reconozco?
¿Tengo que aceptar lo que me cuenten?
Pudiera ser esta la oportunidad que todos siempre hemos soñado de comenzar con una nueva vida. La oportunidad de hacer ese milagroso borrón y cuenta nueva y desterrar de nuestro pasado esas máculas con las que hemos cargado hasta este momento y que nos han definido. Que indefectiblemente han marcado nuestro destino.
Pero, tengo la sensación de que hasta ese nivel no puede uno descender. Es imposible que olvide mi familia y quién he sido. Tendré unas habilidades mínimas que habría adquirido en el pasado. Tendré una profesión. Un estatus social. Todo eso no puede desaparecer como por ensalmo. En algún momento u otro, mi pasado terminará atrapándome e integrándome de nuevo en esa sociedad a la que un día pasado yo pertenecía.
Habré dejado trabajos inconclusos. Habré dejado documentos sueltos en un cajón de mi escritorio que seguramente no querré que nadie lea. Habrá amistades deseosas de saber que me ha ocurrido. Tendré enemigos que se habrán alegrado de mi desgracia. Definitivamente es imposible desaparecer. Es imposible comenzar una nueva vida. Esto simplemente será un entreacto en la función de mi vida. En un momento u otro se levantará el telón y continuaré con la farsa que me había sido impuesta.
Soy varón. Debo tener en torno a 50 años. Mediana altura y un poco de sobrepeso. Tengo Alzheimer y estoy hospitalizado con un brazo escayolado. Ese es todo mi bagaje. Eso es todo lo que soy.
Mientras saboreo la mezcla a partes iguales entre placer y miedo que significa el hecho de no saber quién eres, la cortina que cubría el contorno de mi lecho se ha movido y ha aparecido una persona con una bata blanca. Es un médico y eso ya es un nuevo dato.

Siento vértigo y por un momento he pensado decirle que tengo un dolor insoportable, con la esperanza de que una ampolla de morfina me suma de nuevo esa deliciosa inconsciencia que todo lo cura.
Pero no ha sido así y he descubierto que había más datos. He hablado durante más de 2 horas con el señor de la bata blanca recordando gran parte de mi vida. La he recordado yo solo sin más ayuda que su simple y atenta escucha.
Continuará…
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