Debí quedarme dormida, pues al levantarme de la mecedora del porche…
_ ¡Ni siquiera recordaba tener mecedora!
A mis pies vi aquel viejo libro, recogerlo me supuso un gran esfuerzo; cosa que
achaqué al haberme quedado dormida en una postura más bien inapropiada.
Me dirigí hacia la cocina con la intención de prepararme unas hierbas; el recorrido hacia esta me pareció excesivamente largo, las piernas me pesaban más de lo habitual. De nuevo puse un pretexto.
_ ¡Debe ser el tiempo de relax en la mecedora!.
Cuando me dispuse a verter en la taza, el sobrecito de las hierbas escogidas ,
observé con atención mis manos; reparando en aquellos surcos pronunciados y en lo que a mi parecer se mostraron, unos dedos algo deformados. Mi corazón comenzó a palpitar descontrolado; impulsada casi por inercia como sabiendo que debía hacer, cogí una minúscula pastilla del tarrito de aquel estante que tenía a mano. Ahora más tranquila, repasé aquella estancia con mi turbia visión, hasta que esta se topó con aquel calendario. Acercándome a él con la sensación de estar haciendo equilibrio como un funambulista en su número de circo, me acerqué hasta ver la cifra allí expuesta con la claridad precisa para decirla en voz alta. Aun sabiendo lo que veía, mis labios hacían un gran esfuerzo por expresarlo; no sé cuanto tiempo me llevó conseguirlo, pero por fin mis oídos parecieron escuchar aquella cifra en un suave susurro.
_ ! Dos mil cincuenta y tres ¡
Mi suspiro resonó como eco, mis temblorosas manos se posaron en las fotos que junto al calendario adornaban la nevera; recobrando estas vida, al tocarlas.
Una foto de boda. Una mujer con su bebe. El pequeño algo más grande subido en una atracción de feria. Este con unos siete años sosteniendo un trofeo. Ya adolescente con su madre a caballito, esta mostraba una gran sonrisa; tras ellos, el río de fondo. El muchacho hecho todo un hombre, besándose con una chica. La bonita pareja con dos bebés en sus brazos. Una pareja de ancianos paseando cogidos de la mano. Todos ellos juntos, posando en un bonito día de picnic; se les veía tan felices…
Mis cansados ojos se enturbiaron por las lágrimas; no, no era de tristeza, era de felicidad, de felicidad infinita.
Al sentir barullo y risas fuera, me encamine hacia donde procedía; justo donde momentos antes me levanté de aquella mecedora.Con la taza de hierbas volví a sentarme mientras contemplaba sonriendo a la pareja jugando con los dos pequeños; estos de vez en cuando miraban hacia mí, levantando sus manitas para saludarme. Y aquel hombre de avanzada edad que se aproximaba a mí sonriendo con un ramillete de flores silvestres en su mano, al cual saludé con especial entusiasmo, mientras le oía decirme algo.
_ Aproveché tu sueñecito acostumbrado para cogertelas, ¡Se cuanto te gustan!
Sonriéndole di un buen sorbo del preparado cerrando mis ojos para saborear con satisfacción de todo lo que me envolvía y rodeaba; al abrirlos me topé con mi bloc de notas y el bolígrafo entre mis dedos acabando de concluir una frase “ PASAJE EN EL TIEMPO” tras un escrito algo dudoso por sus tachones, flechas varias indicando hacia un lado y otro; y ese borrón todavía húmedo en unos números apenas inapreciables…
_ !Curioso verdad¡
Deja una respuesta