La distancia más corta entre dos puntos empezó a tener sentido

La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta”, me dijeron desde que era pequeño, pero la verdad que ni lo entendía por aquel entonces, y a día de hoy, lo entiendo menos. Será la edad, las experiencias o simplemente las curvas y baches que hay en la carretera por la que voy conduciendo, lo que me hacen dudar de esa premisa.

Nunca he conseguido algo yendo en línea recta, y es más, cuando más sinuoso es el camino hasta la llegada, más he disfrutado del viaje y más me ha merecido la pena luchar por ello.

Ese mensaje de disfruta del camino, fue un buen consejo que me dieron en el colegio cuando las notas no venían todo lo bien que deberían ser.

Mateo, el profe de mates me sacó a la pizarra para hacer unas ecuaciones, y la verdad, que para no haber estudiado nada, no me fue tan mal, pero suspendí con un 4 raspado, y fue tal mi frustración que hasta pensé que debía de dejar de estudiar y ponerme a trabajar.

Ese mensaje de desmotivación y desánimo debió captarlo el profe, y me soltó ese “disfruta del camino y no te quedes sólo con el resultado final”. 

¡Vaya tontería¡ Pensé en aquel momento, pero la tarde que me tiré estudiando para que no me volviera a pasar, me hizo darme cuenta de la importancia de todo lo que haces durante el día es lo que realmente importa, los resultados, bueno o malos, tienden a venir solos.

No sé por qué os estoy contando esto, pero me he pasado la gasolinera y el indicador del vehículo no me da más de 80 kilómetros de autonomía antes de dejarme tirado en alguna cuneta de esta carretera secundaria hacia un pueblecito de León.

Las últimas semanas han sido raras en mi vida, y debe ser, que al ir yo solo en el vehículo, pues la melancolía y los recuerdos vienen a mí para darme ánimos, y quizá, evitar la pereza y la somnolencia que sufre el conductor en carretera después de comer como se come por estas zonas.

Me daba por pensar en mi mujer, mis hijos, mi madre y mi hermano, como cambia todo cuando estás en el colegio, cuando encuentras tu pareja, cuando tienes el primer hijo, ya no te digo nada del segundo, y cuando ves que te alejas de tu hermano o de tu madre porque ya tienes un nuevo círculo vital que debes cuidar y preocuparte de él.

Y durante todos estos pensamientos, pues surgían esas frases demoledoras o motivadoras de profesores, familiares o amigos, que sacadas de contexto pueden parecer absurdas, pero que en ciertas circunstancias, marcaban la diferencia entre dar un paso adelante o un paso atrás.

De ahí que volviera a acordarme de los “clásicos” que echábamos mi hermano y yo en su habitación con una pelota verde de zapatos Gorila, del chorizo cortado por navaja de mi abuelo, de los paseos que se daba mi padre con la colchoneta en la playa, de las curas con Mercromina de mi madre o del día que me dijeron que iba a ser una niña y que todo estaba bien.

En serio, ¿tan mal han sido estas últimas semanas para estar haciendo una recapitulación de momentos de mi vida mientras conduzco?

Creo que el alejarme de casa es lo que me hace pensar así, y de repente, me vino una frase de Víctor Kuppers “Lo más importante es que lo más importante sea lo más importante”.

Algo en mi cuerpo empezó a inquietarse y me estaba diciendo algo, creo que lo entendía, pero mi cabeza no paraba de decir sigue, continúa, no pares, responsabilidades…

Tuve que parar en medio de un campo, junto a una valla donde se encontraban vacas pastando, y mirar a un cielo azul precioso con apenas dos o tres nubes blancas que me dejaban embobado.

Respiré profundo, miré mis tatuajes y ahora sí, subí al coche y di media vuelta.

Mi cuerpo y mi corazón solo querían estar en un sitio, y era junto a ellos, los que están día a día, lo que te sacan una sonrisa y también te sacan de quicio, los que piden y no dan, y dan y no piden, los que se amoldan sin rechistar a tus caras, tus cansancios y tus malos gestos, y los que disfrutan con tu sonrisa, tu inquietud y tus tonterías.

Tenía que volver a casa, tenía que estar allí. Iba a ser un cambio importantísimo en mi vida, pero no podía seguir vagando por las carreteras todas las semanas.

Una vez repostado, esas curvas, puertos y baches, empezaron a coger una línea recta hacia el objetivo, ¡ahora sí parecía la distancia más corta¡. La vuelta empezó a parecer una autopista recién asfaltada, recta sin deformidad alguna. Empezaron a verse árboles preciosos por el camino. Los pájaros parecían que te acompañaban, guiaban y te protegían durante el trayecto a casa.

El suspenso de primaria empezaba a coger más sentido que nunca, la frase de la distancia más corta entre dos puntos tenía un verdadero significado, y no era como dijo Aristóteles o Euclides, no recuerdo bien si fue alguno de estos genios, pero quedándome con la parte más filosófica de los posibles autores, me daba cuenta que no siempre es todo como lo ves, sino como lo quieres ver.

Realmente, cuando lo importantes es que lo importante sea lo más importante, todo empieza a tener sentido.

Volvía a casa, volvía con ellos, volvía donde quería estar.

2 respuestas a “La distancia más corta entre dos puntos empezó a tener sentido”

  1. Joder, me ha encantado. Me ha emocionado un poquito, no te voy a mentir…

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  2. Qué buen viaje de ida y vuelta. Si vuelves por León, avisa 😉

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