Verbo encarnado,
más allá de la idea o el sueño.
Existencia sintiente,
testigo del dolor y la pérdida,
pero de la caricia, el encuentro.
Consciente de lo fugaz y sin embargo
presente, dispuesta, anhelante
de la llama y la herida
del beso y la ceniza
del instante, el recuerdo.
No renuncio al placer
aunque casi todo sea siempre un llegar
y una despedida,
aunque el tránsito y la memoria
ocupen casi todo el espacio
y el resto, acaso sea ficción, poesía,
palabra tratando de reconstruir
ese momento ingrávido
que llamamos felicidad.
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