Al nuevo inquilino de la puerta de enfrente le han dejado una nota en el descansillo. Un anónimo en el que le advierten de que “no lo vuelva a hacer”.
El chaval se llama Guillermo y da unos masajes de escándalo. Trabaja en un centro de belleza y lo mismo te descontractura la espalda que te hace entrar en trance al aplicarte el champú si te dejas fluir.
No se sabe si ha sido un marido envidioso, una peluquera celosa o el vecino que aparcar a su lado y que el otro día tenía un rallajo en su coche.
Yo si lo sé.
Morirá pronto.
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