No te entiendo.
No entiendo esa mala costumbre de refuerzo intermitente que aplicas conmigo.
Aunque, bueno… debo admitir que me encantan esas noches de insomnio que comparto contigo.
Armando listas de música «pal wine y pal viaje».
Cantando cómo si estuvieramos cerquita.
Escuchando que paso en tu día a día, sabiendo que los síntomas que tanto te aquejan van disminuyendo… y probablemente puedas volver a retomar tu vida.
Me gusta ver como te cuestionas, cómo te inquieta la quietud.
Y AÚN me encanta tu voz grave.
Me derrite cuando le hablas a tu doggie y le dices: «Ese mi HERSHEY».
¿Y sabes que más me encantó? Cuando ambos nos pusimos honestos y hablamos sobre tu «desaparición».
Te dije:
-«Me caíste gordote».
(Reíste un poco, tal vez de nervios, posteriormente dijiste…)
-¿Quieres que sea honesto?
-Sí, te contesté.
-Me abrume- exclamaste….
Te dije: No estás hablando con el microfono del celular. ESTÁS HABLANDO CON UN HUMANO Y YO IGUAL! ¿Sabías?
En fin, tal vez te conozca algún día en persona, tal vez no.
Mientras tanto voy a disfrutar la lucecita verde de notificación que parpadea en mi celular.
Estoy terminando este texto corto y me doy cuenta que estos días han sido de pensarte mucho, no quiero hacerlo. No quiero traer a nadie rondando en mi mente.
¿Puedes salirte? Gracias.
Ahora sí, lo importante aquí es…
¿Qué me inspiras hacer para mi?
A ver…
Deja una respuesta