Puedes leer la primera parte AQUÍ
-BUENOS Días, si me prestan un momento de atención. Soy el detective Roncesvalles, de homicidios. Debo interrumpir esta ceremonia, ya que hay graves indicios de que su viuda, aquí presente, podría haber cometido un asesinato.
Todos los asistentes pasaron del total asombro al más estupor absoluto.
-Si me permiten continuar… Gracias. Como iba diciendo, tenemos sospechas de que el Marqués de Casacuerna podría haber sido víctima de un complot para asesinarlo. No se alarmen, como pueden ver, un operario del cementerio está procediendo a desenterrar el ataúd en base al auto judicial que tengo en mi mano.
Sacó un sobre de su gabardina y lo mostró al público, que había hecho un vacío entorno a la viuda, que le miraba con los ojos llenos de odio a través del velo de rejilla que caía de su sombrero.
-Hace dos días estaba yo de vacaciones en el pueblo, en el bar tomando el aperitivo, leyendo el periódico para no tener que aguantar las tonterías de mi cuñado, cuando mis ojos se posaron en una foto de pareja donde pude reconocer a la sospechosa, aquí presente, con el pie de foto ‘Muere en su casa el Marqués de Casacuerna’. No podía ser, dos veces investigué en el pasado las muertes de sus anteriores maridos, sin encontrar nada, pero no iba a dejar pasar una tercera.
Un agente se acercó al detective, le entregó una nota, y se colocó al lado de la viuda.
-Hablando del tonto de mi cuñado, se acaba de romper una pierna jugando al golf. En fin. Como iba diciendo, cogí el teléfono para conseguir una orden judicial y así poder desenterrar a su último marido para un nuevo examen forense. Y cuál fue mi sorpresa, que al abrir el ataúd descubrimos indicios de arañazos en la tapa superior. Por ello, Señora de Casacuerna, está usted acusada de asesinato, además de lo que pueda acontecer de aquí a unos minutos. También se ha solicitado una orden para desenterrar a su primer marido.
El silencio entre los asistentes era total. Cuatro operarios habían puesto cinchas al ataúd, que comenzaba a subir lentamente. El detective se acercó a la viuda.
-Por fin la tengo, Marquesa, me ha costado, y aun no sé cómo lo ha hecho, pero por las barbas del diablo que la tengo, será mejor que confiese antes de que ese ataúd toque el suelo.
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