Amor perdido

“¿Y si era él?”. Diez años después Susana se preguntaba mirando el recordatorio de cumpleaños que le hacía Facebook. “¿Me equivoqué?”. Suponía que si no lo hizo en su momento sería por algo, aunque ciertamente lo había olvidado… no tenía sentido arrepentirse ahora sin recordar el contexto, ni la persona que era entonces. Las oportunidades pasan y hay que saber reconocerlas.

Conoció a Fernando por casualidad por redes sociales, un día este le pidió amistad y comenzaron a hablar pero resultó que él ya la conocía y ella sin saberlo, también. Él encontró su perfil y se decidió a escribirle. Llevaba tiempo viéndola por la calle, en la zona donde ambos trabajaban. Al decirle esto, ella recordó a un chico moreno que siempre se le quedaba mirando al pasar y en su despiste, pensaba que la conocería de algo pero era por puro interés.

—Parecías muy seria —le confesó—, ahora veo que no lo eres.

—Es del estrés del trabajo —se justificó sonriendo.

Sonaba a comienzo de una bonita historia, ¿sería amor a primera vista?, esas cosas no le solían pasar a Susana, acostumbrada a pasiones intensas y efímeras. Como ya sabía que él era real, decidió darle una oportunidad para ver qué le parecía en persona y quedaron para conocerse. Sábado por la noche, fueron a cenar y tomar algo al centro. Era un chico agradable, educado y atento, estaba claro que ella le atraía, esa había sido su carta de presentación. Susana, halagada, huía en ese momento de su última historia desagradable con un indeseable, por lo que le resultaba grato conversar con alguien normal que pudiera interesarle.

Fernando le habló de su familia, vivía con su padre después de que su madre falleciera, cuidaba de él, se llevaban bien. Trabajaba como informático en una empresa cercana a la suya, aunque era una persona familiar y casera tenía el sueño de independizarse y viajar, hablaba de lo importante que era su grupo de amigos, como algo que llenaba su vida. Parecía maduro y sensible, con los pies en la tierra, quizá demasiado para ella. Después le preguntó por su vida y sus planes, a ella le gustó que supiese escuchar.

Susana se explayó en sus historias locas, sus dudas existenciales, sus tragedias vitales. Como si lo conociese de siempre, sentía que le daba confianza y le contó de todo en un segundo, se desahogó y hasta echó alguna lágrima, en la emoción de la noche y el efecto del alcohol. Le confesó cosas que hasta entonces no había dicho a nadie, de cómo se sentía con su familia, sentimientos de soledad y desapego. También de sus deseos de volar hacia otra parte, conocer mundo y dejar aquél trabajo de oficina que le asfixiaba y aquella vida que no le aportaba.

Lejos de asustarse, Fernando la miraba fascinado, sonriendo apacible ante cualquier comentario. Ella, algo achispada dejó que llevase él la conversación y empezó a observarlo mientras seguía bebiendo. Era alto y moreno, de cabello y de piel. Sus ojos oscuros coronados por cejas espesas, pulcramente depiladas en el centro, miraban con timidez sin atreverse a expresar lo que su amplia sonrisa marfil decía entre gruesos labios. El pelo muy corto encrespado en gomina, vaqueros desgastados, camiseta estrecha y chaqueta de cuero marcaban un estilo moderno e informal. No era el estilo de Susana, más étnica y estrambótica, pero le agradaba y se encontraba a gusto con él. En seguida esta volvió a intervenir interesándose por su opinión. La noche siguió avanzando alegre entre copas y risas hasta que ella decidió volver, no se encontraba muy bien y estaba cansada. Él la acompañó amablemente hasta su portal, viendo que estaba mareada. Ella pensó que llegaría a tiempo a casa para despejarse o soltar lo que había bebido de más pero no pudo evitar echarlo frente a su puerta antes de subir, se disculpó abochornada y se despidió corriendo agradeciéndole su compañía.

Al día siguiente, el primer mensaje que recibió Susana era de Fernando preocupándose por su estado de salud. Ya despierta aunque con resaca, empezó a recordar su comportamiento de la noche anterior. “Madre mía qué vergüenza, vaya forma de desahogarme pobre hombre, menuda impresión se habrá llevado de mí”. Sin embargo, en vez de espantarlo más interesado y dispuesto se mostraba este. En las siguientes semanas él le mandó la foto de su horóscopo en el periódico, mientras se cortaba el pelo en la peluquería, al recordar que ella le había dicho que era Acuario; la noticia del rescate de un oso panda en China, cuando ella mencionó que era uno de sus animales favoritos; canciones románticas; películas que creía que le gustarían, ofertas de viajes a destinos con los que Susana soñaba. Siempre pendiente de ella, no se sentía merecedora de tanta atención después de la primera cita, en la que tampoco ella le había correspondido. Tanta atención solo le recordaba su propio bochorno.

Un día Fernando le dijo que tenía entradas para un espectáculo que se estrenaba el día de su cumpleaños y quería invitarla, a Susana le daba apuro que se gastase tanto dinero en ella, pero insistió tanto que finalmente aceptó. Era una obra nueva en la ciudad y merecía la pena. Fue maravilloso, voces, luces, danza y teatro. Susana disfrutó muchísimo y se lo agradeció de corazón pero se sentía en deuda con él, no sabía como devolvérselo. Era un día entre semana y había que madrugar por lo que no hubo tiempo de más. Él la dejó en casa.

—¡Me ha encantado el regalo, muchas gracias! Ya hablaremos —se despidió ella bajando del coche.

Susana sabía que él esperaba otra cosa y se sentía fatal por no agradecerle toda su amabilidad, pero también sabía que era alguien tan estupendo que su sola compañía y felicidad le bastaban, lo que le hizo sentir aún peor por no poder estar a su altura, devolverle todo su cariño y atención.

Pasó el tiempo y nunca volvieron a verse. Por algún motivo, por la falta de interés de ella, de no sentir lo mismo y no querer hacerle daño o por no reconocerle que ella era mucho peor persona que él, más inmadura y menos sensible y que seguramente no lo merecía. Aunque lo pasara bien con él e intuyera que este iba a cuidarla y dedicarle su tiempo para que ella disfrutara. Eso que hoy sabía que era lo único en lo que debía fijarse cuando conocía a alguien, en vez de en su peinado, su gomina o sus cejas. Mirar desde el corazón y saber elegir, queriéndose a una misma.

Mirando el recordatorio de Facebook del cumpleaños de Fernando, al que aún tenía como supuesto amigo, pensó que nunca sabría si perdió esa oportunidad, simplemente tomó otro camino, seguramente él no era lo que ella necesitaba entonces, ni al revés, no lo hubiera sabido apreciar y no hubiera salido bien. Quizá conociese hace diez años a alguien maravilloso, pero ella tenía que recorrer su camino, el que hoy la había llevado hasta aquí, para encontrarse a sí misma, saber lo que quería y quién era.

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