Pasillos afortunadamente errados.
Particiones ambiguas del soliloquio trillado. Dados elocuentemente locos, colocados maliciosamente sobre el tablero pobremente edificado.
Cada vez que la puerta se abre, adelanta un paso el fugaz correr y discurrir de la suerte.
Bueno, ¿Y qué?
Si trastocados vagamos desde el momento en que aprendemos a ello. Dubitativo es mi estado en reposo. Reposar es complicado, no obstante.
Por eso saben a dolor mis labios. Por eso deben valer tanto. Por eso saben a valor mis pasos. Por eso deben doler tanto.
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