De los hombres que me han querido,
aprendí a quererme de verdad.
Que las mañanas sin maquillaje
son más tiernas que las noches.
Que cuando pase mi tormenta,
mi nube negra,
solo quedará aquí
aquel que no tema naufragar.
Porque la emoción mueve el mundo.
Y a los hombres buenos.
De tus sanos límites
aprendí a poner los míos.
Y por tu respeto,
me aficioné a ellos.
Aprendí a tratar mi cuerpo
como algo sagrado.
Como lo hacías tú.
Y aprendí la libertad.
La tuya, la mía.
La soledad.
La honestidad.
De los hombres buenos aprendí
que no necesito ser fuerte ni débil,
brava ni mansa,
gorda ni flaca,
no necesito más artificios,
solo necesito,
sin más,
ser yo.
Deja una respuesta