Tanto Eli como yo la vimos, así que no creo que estemos locos. Cabe la posibilidad de que estuviéramos exactamente igual de locos, pero sería demasiada coincidencia. También descartamos que alguien nos hubiera gastado una broma. Fue demasiado real.
Los martes por la noche jugábamos a las cartas. No tenemos mucha relación con el resto del orfanato y los días que tenemos actividad libre estamos juntos. En realidad lo de las cartas es un decir. Lo importante es la compañía. Ese día en concreto sí estábamos jugando, a la escoba, cuando surgió una luz púrpura muy brillante del baño. Corrimos a ver qué era y llegamos justo a tiempo para ver un hilo muy fino de luz que se metía en el espejo.
Después, nada. Nos miramos para asegurarnos de que los dos habíamos visto lo que habíamos visto. No tuvimos ni que hablar. Todavía con el rostro pálido, cuando las pulsaciones empezaban a normalizarse sentimos una presencia en el espejo.
Ya no veíamos nuestras caras, sino una luz púrpura y negra. Las pulsaciones volvieron a subir con rapidez. Una persona pequeña, que cabía en el espejo entera, una mujer, parecía, con el pelo azulado y los ojos negros, muy oscuros, se materializó en el espejo. Llevaba una varita de madera con una luz púrpura al final y un vestido verde. Se movía como si volara dentro de aquel espejo, y una suerte de estrellas diminutas la acompañaban.
Se quedó mirando nuestros rostros. Yo me quedé paralizado, viendo cuán profundos eran aquellos ojos de luz negra.
—Soy el hada Tinleka —dijo con voz melódica y decidida—. Nada conocéis de mí, pero todo conozco de vosotros. Mis ojos han perdido la luz, pero no habéis de temer. He sido castigada por mi soberbia. Perdí la luz de tanto mirarme al espejo y sólo si hago algo por vosotros podré recuperar mi magia. Estoy aquí para servir.
En ese momento, alguien llamó a la puerta. Eli salió corriendo hacia allí, pero yo me quedé inmóvil: sentía que me iba a desmayar si me movía.
—Hemos oído ruidos aquí, ¿va todo bien? —preguntaron las celadoras.
—¿Eh? Sí, sí. Todo está en orden, estamos jugando a las cartas.
—No hagáis ruido, hay niños intentando dormir.
Me giré para ver a Eli volver.
—¿Dónde está el hada? —me preguntó.
—¿Qué?
Me volví a girar al espejo y se había ido.
Hoy es martes de nuevo y nada hemos sabido del hada. Nuestro plan es repetir exactamente los mismos pasos para invocarla. Así que estamos jugando a la escoba, esperando que una fina luz púrpura irrumpa en la habitación. No sabemos qué más hacer para que venga, así que jugamos y hacemos como si todo fuera normal.
Esperando.
Eso es lo que puedes hacer por nosotros, Tinleka: aparecer.
Deja una respuesta