Y sonó el teléfono de casa

Jamás pensé que todo acabaría en ese momento. Vivimos tantas cosas juntos que no podía ni imaginar que terminaría así, sin más.

Los viajes realizados, las fiestas organizadas, las películas vistas, las comidas compartidas y las noches interminables pasaron a ser simplemente recuerdos de lo que vivimos.

Ese para siempre que apareció en nuestras miradas en el primer instante al cruzarnos en aquel autobús camino al trabajo, hace ya 6 años, se apagó en algún instante sin saber el cómo ni el por qué hasta desaparecer, definitivamente, esa tarde soleada de marzo en el parque junto a la fuente donde tuvimos la primera cita, ¿o la segunda? No tengo ni idea en este momento.

Es verdad, que la convivencia daña todo lo que toca, y lo que antes te hacía gracia y hasta tu cuerpo lo echaba de menos cuando no le tenías cerca, ahora me cansa, cabrea y casi odiaba. Supongo que a él también, pero piensas que son cosas que el tiempo va curando, acostumbrando o simplemente dejando pasar, lo que algunos llamar evolucionar.

Él era más ordenado y le gustaba programar todo, y a mí, pues, no sé, me importaba menos lo cuadriculado, aunque tengo que reconocer, que cuando las cosas se tuercen, tener un “planning” te ayuda a levantarte y empezar de nuevo desde donde lo dejaste o reinventarte. Hasta eso dejé de valorarlo. Siempre tenía una salida o una nueva opción ante cualquier eventualidad, aunque no fuera muy efusivo demostrándolo.

Yo no es que fuera o que soy, menos organizada, sino que, dentro de una normalidad, o lo que yo considero normal, dejaba fluir un poco todo, y eso me daba vidilla, y a él también, no lo podrá negar nunca, pero quizás eso con el tiempo también acaba gastando, no fueron años de abundancia y procrastinar era una losa para muchas cosas.

Pero, ¿dónde dejamos o en qué momento olvidamos decirnos te quiero? ¿abrazarnos sin más? ¿Dar un paseo sin objetivo alguno? ¡Joder! ¿Cuándo pasó todo eso? ¡Vaya mierda! No tengo ni idea.

Sólo retumba en mi cabeza ese “Me ha salido un trabajo en Valencia y he dicho que ¡sí!”. ¿Cuándo dejamos de decirnos las cosas o de compartir proyectos?

Hace 6 años, o incluso menos, un ir a Valencia hubiera sido una pregunta o un, ¡Vámonos!. Ahora es un a mí me ha salido y un yo he dicho… ¡Joder, cómo duele!.

También será la noche que he estado sin dormir y llorando sin lágrimas mirando a la televisión apagada, viéndome sentada echa un ovillo en la negra pantalla con el reflejo de la luna llena fumando un cigarro tras otro, pero ¡si llevaba 5 años y medio sin fumar! ¡Puta droga!

Mi cabeza no dejaba de pensar, y ¿ahora qué? No era capaz de dejar fluir, me encantaría tener un plan.

Empecé a llorar sin parar, ahora sí me salían las lágrimas, de impotencia, rabia, desilusión, tiempo perdido, tristeza, añoranza… parecía una niña pequeña, me sentía en ese momento minúscula, me sentía vulnerable. Todo era oscuro como el reflejo que seguía habiendo en la pantalla.

Sonó el teléfono de casa, 

¡Hola! – Dije con voz de ultratumba.

¡Vaya voz tienes cariño! Venga, te espero en casa para comer que te he hecho tu plato estrella, ¡no tardes! – Dijo el interlocutor.

¡Era papá!

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: