Antonia se dirigió al buzón para recoger las facturas y la publicidad, pero encontró algo inesperado.
—¡Jeni, tienes una carta! —gritó dirigiéndose a la cocina.
—¿Qué? —respondió su hija.
—¡Una carta!
—¿Cómo que una carta?
La hermana mayor de Jeni, Celia, le quitó la carta a su madre de las manos.
—¡Uh! La escribe un tal Jorge Rodríguez. ¿Quién es? ¿Es tu novio?
Jeni no entendía nada. Literalmente no sabía lo que era una carta que no tuviese oros, copas, espadas o bastos dibujados.
—Hermanita, una carta es como un email, pero a mano.
Jeni lo entendió menos aún.
—A ver —prosiguió Celia—, antes, la gente de la edad de mamá y eso, se mandaban cartas porque no había Internet. Escribían en un papel y lo mandaban por Correos. ¿Con papá te escribías cartas?
—A mí dejadme en paz con vuestros líos —soltó Antonia, y se fue.
Celia rasgó el sobre y escaneó el contenido.
—¡Eh! ¡Que es para mí! —se quejó Jeni.
—¡Calla! Si no sabías ni lo que era. Uy, qué cutre el Jorge, pero si lo ha imprimido. Vaya un seductor. ¡Esto se escribe a mano, Jorgito!
—¡Trae aquí eso! —dijo Jeni quitándole la carta de un manotazo.
La carta decía así:
Querida amante distante,
Cuando descubrí que solo éramos amigos, me derrumbé. ¿Cómo podrías no amarme como yo te amo? A medida que pasaban las semanas, pasaba cerca de tu casa y te veía, confundida y molesta y quería estar en tus brazos. En la rara oportunidad en que hablamos, te retiraste a una sombra de tu antigua tú. Estábamos destinados a estar juntos, y las heridas espirituales unidas con aquel beso purificador del amor. Confié en ti con mi corazón y lo rompiste. No soy la persona que era antes, pero soy mejor que ayer. Te amo, aunque sentí que no querías que lo hiciera. Te amaba y todavía lo hago. Haría cualquier cosa por ti, como ves, hasta escribir una carta como un caballero romántico de otra época. Quiero trabajar por nuestro amor, te prometo ser tuyo si me aceptas.
—Menudo cursi —dijo Celia.
—Pues a mí me parece muy romántico —respondió orgullosa Jeni.
—Los tíos no son románticos, te escribe eso para mojar.
—¡No seas guarra!
—¿Yo? Aquí el que está cachondo es el Jorgito. ¿Pero tú no eras virgen?
—¡Y a ti qué te importa!
—O sea, que sí. Bueno, bueno, pues tu verás si quieres que el Jorge se te ponga encima, pero vamos, yo que tú leería eso de abajo.
—¿El qué?
En el pie de página, en una fuente mucho más pequeña, aparecía lo siguiente.
Texto generado por ETOM RYTE INC.
—¿Y eso qué significa?
—Significa, hermanita, que el Jorge dice que quiere trabajar por tu amor y lo que ha hecho es buscar una IA que le escriba la carta. Y el cutre no ha sido capaz ni de copiarlo a mano después, o sea que, de trabajar, nada de nada. Ese se te monta encima y en cuanto termine adiós muy buenas. No te enrolles con vagos, Jeni. Sólo quieren correrse en cinco minutos y encender el móvil. Te lo digo yo. Y menos con tontos, porque vamos, no ha sido capaz ni de borrar el texto de abajo. ¡Hay que ser cutre! Seguro que le ha mandado la misma carta a más chicas. Pero fijo, vamos. Es que no pone ni tu nombre en ninguna parte. Joder, Jeni, estás atontá, tía. Pasa del Jorge.
—Pues a mí me parece muy romántico.
—Tú eres tonta.
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