Un hombre entra en una comisaría: ejercicio de escritura

Instrucciones: obtén un disparador creativo de donde más te guste y escribe un texto con él en tres minutos. Luego, tómate un breve descanso y empiézalo desde cero pero date diez minutos esta vez. Por último, repite el proceso pero ahora con 30 minutos.

Concepto: Un hombre entra en una comisaría.

Texto en 3 minutos:

Entro en la comisaría y, a pesar de las horas que son, sigue llena. En esta maldita ciudad el crimen no descansa y, por ende, nosotros tampoco.

Antes siquiera de que llegue a dar el segundo paso, Jeff, el becario, me intercepta. Me ofrece un café en un vaso de cartón, aún caliente. Esta vez se ha liado bien gorda así que se lo acepto; creo que lo voy a necesitar.

Texto en 10 minutos:

Entro en la comisaría y, a pesar de las horas que son, está igual de atestada que de costumbre. En esta puñetera ciudad el crimen no descansa, así que nosotros tampoco podemos darnos ese lujo.

No me ha dado tiempo a llegar a mi oficina cuando el nuevo becario, Dani, me intercepta con un café recien hecho y una pila de papeles. Le noto nervioso, pero creo que esta noche todos lo estamos. Se ha liado bien gorda y los payasos de las noticias ya están dando por culo.

—¡Jeff! —Es Marian, y viene corriendo por el pasillo—, ¡Jeff, gracias al cielo que has venido!

—¿Qué ocurre? —pregunto a la vez que asiento con amabilidad en dirección a Jeff. El chico es inteligente y sabe cuándo retirarse.

—Vas a matarme, pero tienes una rueda de prensa en una hora acerca del caso.

Elevo las cejas mientras la miro fíjamente. Ella sonríe, aunque sé que son sus nervios quienenes mueven sus labios; mi hija también tiene risa nerviosa.

—¡Joder, Marian! —Instintivamente me llevo las manos a las sientes. Masajearlas me alivia el estrés—. ¿Acabo de llegar, no sé ni qué narices ha ocurrido y ya me has metido una rueda de prensa? No tienes un solo gramo de piedad.

Ella me guiña un ojo y se adelanta a entrar en mi despacho.

Texto en 30 minutos:

Veo el cigarro consumirse hasta casi tocar las llemas de mis dedos. Sabe igual de amargo que todo lo demás. Miro la hora: las 3:15 de la mañana. En esta ciudad el crimen no tiene la costumbre de descansar así que nosotros tampoco podemos darnos ese capricho; forma parte de nuestro mal pagado trabajo. En fin, uno se acostumbra a tragarse la mierda.

Entro en la comisaría. Antes siquiera de que me de tiempo a dar tres pasos, Dani, el nuevo becario, me intercepta. Trae consigo un café humeante que parece ser para mí y una pila de papeles que debe pesar un quintal. El chico tiene la frente encharcada de sudor y eso me hace hervir por dentro porque hace más de lo que debe y ni siquiera le pagan.

Me acompaña a mi despacho mientras cuenta por qué estoy trabajando un sábado a horas tan intempestivas. Mientras habla, cojo mi cartera, saco de ella un billete de cinco euros y se lo doy.

—Toma, muchacho.

Lo coje, pero cuando entiende la razón por la que se lo doy, niega con la cabeza.

—N-no hace falta, Señor… Yo…

—¡Jeff! — Marian emerge de no sé dónde y nos interrumpe. Parece que me lleva buscando un buen rato—. ¡Oh, joder, menos mal que has llegado!

—Buenas noches, Marian. —Me inclino ligeramente hacia ella para saludarla y acto seguido le guiño el ojo a Jeff para que nos deje a solas. El chico lo capta a la primera. Es joven, pero mucho más maduro de lo que se esperaría de alguien de su edad—. Espero que puedas hacerme un resumen porque no he leído ningún informe ni pienso hacerlo.

—¿Vives en Marte? —me dice risueña—. ¿No has puesto la radio? Los medios están que ebullen. Y como no nos demos brío con esto, quienes se van a cocer vamos a ser nosotros.

—¡Oh, no! —le digo exagerando mis gestos un poco—, no pienso escuchar a esos lameculos sensacionalistas ni un solo segundo. ¡Por ahí sí que no paso!

Se hace un pequeño silencio; ella está nerviosa, aunque no la culpo dada la situación. De repente, baja la mirada y tensa los labios.

—Tienes una rueda de prensa en media hora —dispara sin anestesia—. Y se va a retransmitir en casi todas las cadenas nacionales. Lo siento, he intentado conseguir más tiempo pero la gente está enloqueciendo ahí fuera. —Elevo las cejas mientras la miro estupefacto. Ella sonríe, aunque sé que son sus nervios quienes se encargan de mover sus labios y no ella; mi hija también tiene risa nerviosa, una putada—. ¡Joder, Jeff! No querría ser tú.

Suspiro y me descubro masajeandome las sienes con mi pulgar e índice derechos.

—Bien… —respondo casi por inercia—, entonces vas a tener que ser rápida resumiéndome qué narices ha pasado.

Posa su mano en mi hombro y lo pellizca con delicadeza. Se adelanta y entra primero a mi despacho.

—Coje papel y boli, Inspector Fracht —la escucho decir desde dentro—, porque esta noche la ciudad se ha vuelto loca.

2 respuestas a “Un hombre entra en una comisaría: ejercicio de escritura”

  1. Qué buen ejercicio y qué bien funcionan cada uno por separado, a su manera, con sus matices y qué bien ver la evolución de tu mente en estas tres fases. Gracias.

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  2. ¡Me encanta la idea! Y ver la evolución de la historia según avanzan los tiempos es curiosísimo de leer.

    Le gusta a 1 persona

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