Acostumbrado a un invierno gélido
que todo lo abrasa
confundía el frío calor del hielo
con la calidez del sol…
y viceversa.
Cuando no distingues la emoción
hasta la más pura alma abruma.
Así me perdí entre la bruma
nocturna de mi ser
y no supe ver la luna
brillando a mi lado
queriendo ser mi cura.
Obnubilado por absurda culpa
surcando un mar de dudas
me usurpaba el alma
actuar cual salvador del mundo.
Jamás he sido un dios
más bien fui un crío
con gajes de adulto
buscando una salvación
para sí y lo suyos.
Fue mi perdición.
Fallé estrepitosamente.
Así me distancié
del mundo y su esplendor.
Nada ni nadie quedó.
Bueno sí…
solo yo
y mi propio dolor.
Deja una respuesta