El secreto yace escondido en lo más profundo de nuestro ser.
En el espacio entre los átomos que nos forman, entre las relaciones que nos conforman, entre los astros que nos informan, entre los miedos que nos deforman y las esperanzas que nos reforman.
El secreto es que la forma nunca es para siempre.
Miramos las montañas y nos parecen eternas. Con la suficiente perspectiva, los continentes se nos antojarían corchos flotando en agua hirviendo, juntándose y separándose.
El secreto es que nada se repite.
Todo va y viene, pero ninguna vuelta es idéntica a la anterior. Hacemos y rehacemos gracias a lo que hicieron e intentaron deshacer antes de que estuviera en nuestras manos, y por mucho que lo intentemos, nunca es suficientemente igual y nunca es lo bastante diferente.
El secreto es que no sabemos nada. Que no hay nada escrito.
Que no hay secreto.
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