Hoy te vi. No sabía hacía cuánto que te había perdido de vista, y se me llenaron los ojos de lágrimas al pensar lo que me he perdido por no verte.
La vida me ha estado empujando en un sinsentido de velocidad, caos y locura que no me dejaba ver. Mi cuerpo me gritó «¡PARA!», y, por una vez, le hice caso a la primera.
Paré, respiré y entonces, te vi. Te sentí en mis brazos como si llevara tiempo sin tenerte, como si tu peso fuera un antiguo recuerdo que hoy vuelve a tocarme.
Noté tu mano acariciando mi espalda, la otra en el pecho. Tus ojos abiertos como platos examinando mi cara en busca del motivo de mis lágrimas y mi sonrisa.
No hay más motivo que tu. Tu alegría, tus risas y sonrisas, tus locuras e ideas descabelladas. Tus palabras repetidas miles de veces a lo largo del día.
Cerré los ojos, respiré tu aroma y me di cuenta que han pasado dos años en cuestión de minutos. Flipé.
Gracias por confiar en mí para ser quien te diera vida. Aunque creo que ha sido y siempre será al revés.
Prometo verte cada día.
Deja una respuesta