El clan de los Caxas Nube

El clan de los Caxas Nube no siempre tuvo ese nombre. Antes del alumbramiento eran un clan más de las montañas Kuayk. Aquel suceso todavía está por explicar, pero se cuenta que, un amanecer, una gran nube bajó hasta la cima de la montaña, más cerca de lo que nunca antes hubiera estado una nube. El jefe del clan, Yubinail, aún estaba despierto. Andaba de juerga con sus compinches, jugando a las cartas. Cuando perdió todo lo que había apostado, se jugó su propia vida a que la nube se podía escalar. La nube, claro, era gaseosa, translúcida, y sus brazos podían traspasarla sin dificultad. Parecía imposible de subir y Quartz, el segundo al mando, quiso que Yubinail pagara. Este, desesperado por mantenerse con vida, ordenó a los Caxas que formaran una escalera para subir más alto. Aun en la cuerda floja seguía siendo el líder, así que obedecieron. Escaló uno a uno a todo el clan y, según subía, se dio cuenta de que la nube era cada vez más densa. Consiguió, por fin, tocar su corazón, duro como una piedra, y subió al resto de sus compañeros allí.
        Nunca habían visto un amanecer así. Todo el valle lucía de otro color y la vista hasta el desfiladero los maravilló. Sintieron por primera vez la picadura de la superioridad. El cansancio y el halo onírico de la euforia hicieron el resto.
        Varias horas más tarde, el sol estaba más cerca que nunca. Luser, uno de los más antiguos del clan, se sentía ansioso y fue el primero en despertar. La luz lo cegó unos instantes. Cuando pudo ver, no encontró la montaña bajo sus pies. Al menos no como la habían dejado ellos. La nube había volado hacia arriba, con ellos dentro.
        Fue así como los Caxas cambiaron de vida y de nombre. De la noche a la mañana, nunca mejor dicho. La vista era clara y azul; la vida, nítida y fácil. Descubrieron que por encima de las nubes nunca llovía, todo estaba al alcance de la mano. A esa altura, no faltaban los rayos del sol ni el aire puro. Nunca más tendrían que trabajar fabricando guaridas para protegerse de la lluvia.
        No caer al suelo era una sensación maravillosa, desconcertante. Se sentían culpables por los que habían dejado atrás, pero al cabo de unas horas ya no querían otra cosa.
        Un día se cruzaron con otro clan nube y Faristolea, su líder, les explicó lo que pasaba.
        —Una vez que un clan se instala en una nube, no descenderá mientras los clanes de abajo continúen sus rezos. Nosotros ahora somos los dioses. Quieren ser como nosotros y ese anhelo nos mantiene arriba, igual que vosotros rezabais antes de subir. Entre todos los clanes de dioses nos protegemos, es nuestro derecho divino; si un clan pone en duda nuestra superioridad, activamos la tormenta.
        —¿Activáis?
        —Colisionando las nubes podemos hacer tormentas. Eso obligará a los de abajo a buscar cobijo y a rezar por su seguridad. ¡Sed bienvenidos!Aquí tenéis una aliada.
        Así pues los clanes de arriba se protegían para seguir viviendo arriba. Ese era el verdadero truco de los dioses. Pero los Caxas Nube tenían un problema. Yubinail empezaba a aburrirse. Su mundo era tan fácil ahora que entró en un profundo hastío que ni los juegos de cartas podían paliar. Sentía, además, que tenía que decir la verdad a los otros clanes. Intentó bajar a las montañas pero ningún otro clan nube lo permitió. El empeño de Yubinail hizo que el resto de clanes se sintieran amenazados.
        Faristolea y el clan Xenxi se reunieron en secreto con Cáxeber y el clan Xuntia. Consiguieron elevarse aun más, formando un clan de dioses de dioses, para hacer caer la lluvia sobre el clan de los Caxas Nube. Con el peso, bajaron de nuevo a la montaña. Su deidad se vio marchita, volvieron su vida anterior: fabricar refugios, buscar alimento y rezar para que la cosa no fuera a peor.
        Yubinail fue desterrado y contó la historia tal y como la hemos escrito aquí. Al resto de los Caxas les prohibieron hablar de aquello. Quartz, el hasta entonces segundo de abordo, se levantaba cada amanecer temprano, practicaba sus rezos y rastreaba las montañas buscando una nueva nube que escalar.
        La nube jamás llegaría. El resto de los dioses se habían asegurado de ello.

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